Zapa y Tilla

May 2, 2022

Érase una vez dos hermanas que se querían mucho y siempre iban juntas a todos los sitios. Eran un par de zapatillas inseparables, las favoritas de su dueña, Julia. Siempre estaban limpias, blancas y con un olor especial a cuero que las identificaba. Julia las usaba en ocasiones de importancia porque quería que no se hiciesen viejas y no perdiesen su brillo característico. Ellas siempre estaban dispuestas y preparadas para salir del zapatero a lucir sus preciosos lazos de colores.
Llegó el día de San Jorge y las dos estaban ansiosas por salir a la calle. Llevaban muchos días soñando con hacer la Milla Popular de Calamocha. Este año, más que nunca, habían entrenado mucho y estaban dispuestas a dejar a Julia en buena posición.


Se hicieron las nueve de la mañana. Zapa y Tilla habían dormido mal porque ya estaban nerviosas pero se asearon bien, buen perfume y se situaron en la primera línea del zapatero.
Llegaron las diez y el zapatero seguía sin abrirse.
—Algo está pasando. Esto no se abre —dijo Zapa.
—Seguro que ayer Julia se fue a tomar algo a la Peña La Unión y hoy llega tarde a la carrera—afirmó Tilla, para tranquilizarla.
Pasaron las horas y el reloj de la torre advirtió que eran las doce de la mañana. El nerviosismo las invadía. Allí, nadie parecía interesarse por ellas. Zapa comenzó a llorar porque, aunque oía música y ruidos por la casa, no parecía que fuera el día de San Jorge.
—Toda la semana ha estado estudiando Julia, incluso, por la mañana la he oído, cosa imposible si lo piensas… Debería de estar en el instituto —reflexionó Tilla.
Zapa, ya enfadada, exclamó:
—¡Llevo semanas calladita, pero aquí no hay nada normal! ¡Últimamente, nadie se va de esta casa! ¿Aquí no trabaja nadie o qué? Todo son ruidos y no salimos hace días a la calle.
Tilla, que era más tranquila y prudente, dijo:
—No te pongas nerviosa, hermanita. Llamaré a Don Zapato, que seguro como alcalde sabrá algo más de la situación—Ring—. Don Zapato, soy Tilla y estoy discutiendo con mi hermana Zapa porque hoy es el día de San Jorge y no hacemos la Milla de Calamocha, pero lo más extraño es que en esta casa nadie sale ni nadie trabaja. Llevamos desde el 15 de marzo sin entender nada de lo que hace esta familia.
—Ay, querida Tilla… No debéis preocuparos excesivamente. Esto es pasajero. En el mundo, hay una cosa que los humanos llaman virus, que hace enfermar e, incluso, morir a las personas. Por ello, no hay que salir de casa y, cuando salgamos, con mucha precaución; es algo que se contagia fácilmente. Decid a todos que no salgan de sus zapateros hasta nueva orden. Ahora, solo saldrán las zapatillas de casa. El resto, quietos sin salir.
—Vale, Don Zapato. Hago de pregonera y advierto a todos mis amigos de lo que sucede. Muchas gracias, me tranquiliza.


Ambas, ya con más serenidad, llamaron a Doña Sandalia, a Doña Bota y a Don Mocasín para que dieran la información a todos sus familiares y amigos. Pronto, comenzaron a trabajar sin salir de sus zapateros, haciendo mascarillas, plantillas y calcetines especiales para luchar contra eso llamado «coronavirus». Trabajaron contentos y felices por y para el bien de todos. Además, pensaban que pronto habría una medicina que curase a todos y el mundo pudiese estar sano.
Por fin, TODOS JUNTOS y en sus casas, ganaron la batalla.

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