Gonzalo Montón Muñoz

El próximo dos de abril se cumplirá el noventa aniversario de la inauguración de la línea ferroviaria llamada del Caminreal, que comunicó Valencia y Teruel con Zaragoza, con el objeto de enlazarla con la línea de Canfranc, que había entrado en funcionamiento en 1928, para así dar salida a los cítricos levantinos hacia Francia. Además, se conseguía vertebrar mejor la comunicación ferroviaria entre el territorio aragonés, pues hasta entonces la antigua vía férrea, en activo desde los primeros años del siglo XX, conectaba Valencia y Teruel con Calatayud. La nueva línea fue considerada como modélica por ser la más moderna en España: sin pasos a nivel (se construyeron varios túneles y puentes), dotada de comunicaciones telefónicas, instalaciones y enclavamientos mecánicos y eléctricos, de modernos y confortables coches de viajeros y potentes locomotoras.


La Estación de Caminreal se convirtió desde 1933 en un importante nudo ferroviario, donde confluían las dos líneas de Calatayud y Zaragoza y su conexión con Valencia. Fue equipada con una plancha giratoria para cambiar el sentido de las locomotoras y una playa de vías, unas cocheras para el mantenimiento de las máquinas, un depósito de agua, un muelle de carga y descarga, construcciones destinadas a oficinas y una residencia para descanso de los maquinistas y demás operarios del tren. El nuevo y llamativo edificio de viajeros fue diseñado por el arquitecto madrileño Luis Gutiérrez Soto, al igual que la estación zaragozana de Delicias. De estilo racionalista, las paredes encaladas contrastaban con el rojo ladrillo aragonés, el verde de sus puertas y ventanas y el ocre de sus tejas.

En la planta baja contenía una sala de espera, oficinas de los responsables de la circulación y una cantina; mientras que la planta superior albergaba viviendas para el jefe de estación, factores de circulación y jefes de sección.
En el entorno de la Estación se construyeron viviendas y también se abrieron fondas. Por sus vías transitaron, a lo largo de varias décadas, muchos trenes de viajeros y de mercancías, con nombres entonces populares como el Automotor, el Correo, el Chispa, el Corto, el TER, el Ferrobús o el Sol de Levante. Pero aquel constante ajetreo de trenes, viajeros y trabajadores comenzó a declinar a finales de los años setenta, a causa del auge del transporte por carretera, del desarrollo de las líneas ferroviarias que recorren la costa mediterránea y de la desidia de nuestras instituciones políticas y corporaciones económicas. Como consecuencia, la línea que conectaba Caminreal con Calatayud acabó cerrándose a mediados de los ochenta, y diez años más tarde la Estación pasó a convertirse en mero andén.
Debido a su interés arquitectónico, el edificio de la estación nueva de Caminreal fue declarado en 2007 como Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés; y en 2019, con presupuesto del Fondo de Inversiones de Teruel, se licitaron las obras de su restauración (que ya van por su segunda fase) para reconvertirlo en la que será una de las tres sedes del Museo Aragonés del Ferrocarril, junto a Canfranc y Casetas. Además, se

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