Soy un joven de nacionalidad Salvadoreña, que por motivos de privacidad no daré mi nombre. Deseo compartir algunas de las circunstancias por las que salvadoreños como yo decidimos dejar nuestro país, por algunos hechos que muchas veces callamos y que más allá de nuestras fronteras se desconocen.
Desde muy pequeño, a mis 6 años, yo sabía cuál era mi orientación sexual, y ahí ya se inició la discriminación hacia mi persona, por conocidos, vecinos y hasta por familiares. Conforme fui creciendo la discriminación fue incrementando, recibía abusos verbales en las calles mientras caminaba. Pertenecí a un grupo religioso donde constantemente se me reprochaba el hecho de ser gay, me recriminaban que eso era pecado y que ser gay no es normal. Todo esto me llevo al punto de querer morir. Según estas personas yo tenía que cambiar y ser heterosexual para poder ser “normal”.
A causa de esto pasé un proceso de depresión en el cual ya no salía de mi casa. Cambié mi forma de vestir para parecer lo más posible un hombre heterosexual, que según la sociedad en la que estaba, tenía y debía de ser así.


Con el tiempo yo seguía igual y no me sentía yo. Sentía que estaba tratando de ocultar lo que en realidad era y soy. Decidí dejar de ir a la iglesia porque el pastor de la misma, en el sepelio de mi abuela, me gritó y me dijo que por qué lloraba, que los hombres no lloraban mientas me agarraba por los hombros agitándome.


En el año 2012 decidí entrar a un grupo coreográfico en el cual sentía que era mi lugar de paz, donde todos me aceptaban tal cual soy. En dicho grupo, teníamos actividades y eventos tras los cuales regresábamos a casa a altas horas de la noche y muchas veces en las madrugadas. En varias ocasiones cuando regresaba de estos eventos, era acechado por pandillas criminales y me acosaban con palabras diciendo ofensas por ser gay.
A lo largo de varios años se fueron sucediendo estos acontecimientos, los cuales, cada vez iban a más. Fui víctima de vejaciones, insultos, robos, agresión física e incluso violaciones… Numerosas agresiones repetidas en el mismo momento, golpes, abusos, amenazas… Incluso llegaron a golpearme tan fuerte en la cabeza con un arma, que me provocaron una fisura en el cráneo (cicatriz que va a recordarme toda mi vida tanto dolor y sufrimiento). Pasé por momentos donde trataron de ponerme a prueba haciéndome transportar droga en el interior de mi cuerpo e introducirla en la cárcel. Asesinaron a gente cercana a mí, dentro de mi ámbito emocional…
Esto me provocó una vez más el deseo y las ganas de no salir de mi casa. La depresión era demasiada, deseaba terminar con mi vida… Mi momento de mayor seguridad y felicidad fue durante el periodo de encierro de la pandemia, donde no podíamos salir de casa.
Estos acontecimientos sucedieron desde 2012 y hasta que consigo huir del país, en enero de 2022, gracias al apoyo de un amigo que me acompañó emocionalmente todo el tiempo. El día que me tocó viajar a España, una parte de mi corazón se quedó con mi familia y conmigo traje solo un pedacito del mismo. Me encuentro en este país sólo, a miles de kilómetros lejos de casa, y a pesar de todo eso, es en este lugar, donde más seguro me he sentido en toda mi vida. El lugar donde en un gran porcentaje me siento aceptado. Gracias a España por recibir este tipo de solicitudes, gracias por crear este tipo de programas para nosotros los inmigrantes, gracias por extender la mano para personas que como yo, necesitamos de su apoyo, ya que no salimos del país por gusto propio o solo por el hecho de querer viajar, sino que las circunstancias y el peligro de perder la vida nos orillan a buscar la manera de huir, de salir de ahí. Que aunque nos duela dejar todo lo que amamos, es la mejor decisión, ya que, así como, mi caso en El salvador hay muchos otros casos, que por amenazas no se dan a conocer y muchos otros que terminan en asesinatos a personas de la comunidad LGBTIQ+ (entre ellos el más visto en El Salvador son los asesinatos por homofobia o transfobia).
Gracias a Dios y a la vida, yo aún tengo la oportunidad de contar por todo lo que he pasado, y en este país, me siento dichoso y privilegiado.

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