Emblemática imagen con gran significado histórico y también legendario. Se trata de una magnífica talla gótica del siglo XIII de grandes dimensiones, de madera de roble sobredorada.

La denominación de “Virgen Goda” le viene porque así quedaba escrito en un inventario del siglo XVI, anteriormente llamada “La Coronada”. Fue la primera titular del templo darocense, siendo su ubicación el Altar Mayor de la antigua iglesia. Posteriormente presidió otras capillas como las actualmente llamadas de la “Anunciación” y del “Patrocinio”. Hoy se encuentra en la entrada del Museo de los Corporales.

A los diversos nombres que ha tenido, podríamos añadir el de “Virgen viajera”, por las veces que ha salido de Daroca para formar parte de distintas exposiciones, y también el de “Virgen del Milagro” porque existen leyendas o tradiciones en las que se atribuyen a Ella determinados hechos milagrosos como el sucedido en un castillo, lejos de Daroca, donde se encontraba prisionera la joven Euqueria, cuyo delito era el de su inquebrantable fe cristiana. Su cautiverio lo consolaba acudiendo secretamente a una capilla donde rezaba a la imagen de una antigua Virgen, por el alma de su madre, enterrada en la lejana Daroca y pedía también porque algún día su amado Juan Ruiz de Azagra viniese a rescatarla.

Un día, el castillo fue asaltado por un numeroso ejército, quedando la fortaleza completamente en ruinas y prisioneros o muertos sus ocupantes, incluida la desdichada Euqueria. El joven Ruiz de Azagra llegó poco después a las ruinas y buscó desesperadamente a su amada, que finalmente encontró sin vida y abrazada a la Virgen a la que había estado rezando durante los últimos días de su vida. Gritó con angustia por no haber llegado a tiempo y tras unos minutos cogió el cuerpo de Euqueria en sus brazos y mandó a sus hombres que sacasen aquella Virgen de las ruinas.

Alejados ya de aquel lugar, se detuvieron en un claro del bosque, junto a un riachuelo, y pidió a los soldados que pusiesen en pie la imagen de la Virgen y a sus pies depositó el cuerpo de su amada, arrodillándose ante ella con su mirada fija hacia la Virgen.

Con sus ojos bañados en lágrimas, el joven guerrero rezó con fe por el alma de Euqueria, y en un momento de sus oraciones su corazón se llenó de esperanza en que Nuestra Señora devolviese la vida a su amada. Sus rezos se intensificaron con tanta fe que hasta sus hombres, que se encontraban a varios metros, se arrodillaron y comenzaron también a rezar.

-¡Señora..!- gritó don Juan entre el desconsuelo y la esperanza, -te lo suplico, devuélveme a mi amada, y si lo deseas, llévame a mi contigo en su lugar-.

Instantes después los ojos de Euqueria comenzaron a abrirse muy lentamente, el rictus de muerte de sus labios se tornó en una suave sonrisa mientras giraba la cabeza hacia la Virgen y con voz muy suave exclamaba… -¡gracias Madre!-, -¡gracias Madre!- gritó también don Juan… -¡gracias Madre!- gritaron con gran sentimiento los soldados…

Don Juan Ruiz de Azagra propuso levantar allí mismo un oratorio para esta Virgen Milagrosa, pero la joven sugirió que fuese llevada a Daroca, donde descansaba su madre y construir allí una capilla para Ella, y así se hizo.

Tras varios días de cabalgada llegó a Daroca esa pequeña hueste que, orgullosa, traía escoltada a la Virgen del Milagro. Un mensajero se había adelantado para advertir a la población de su llegada y a la entrada de la Villa esperaba un numeroso grupo de gente que, al tener cerca a la Virgen, entonaron bellos cánticos en su honor.

Comparte esta Noticia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *