El historiador Serafín Aldecoa, natural de Monreal del Campo, ha publicado un nuevo libro titulado ‘Mujeres turolenses sometidas a consejos de guerra (1936-1945)’
La represión franquista sobre las mujeres al inicio de la sublevación militar de 1936, durante y tras la Guerra Civil, se aplicó empleando diferentes modalidades en la provincia de Teruel y consecuentemente, en el territorio del Jiloca. Fueron varios los procedimientos empleados como fusilamientos, ingesta de aceite de ricino, detenciones y encarcelamientos arbitrarios, consejos de guerra… la casuística fue muy diversa.
Por otra parte los historiadores han realizado estudios sobre la represión centrados en los varones olvidándose de que las mujeres, en menor número desde luego, también sufrieron directamente los golpes del franquismo que se ensañó con ellas en algunos momentos.
En el caso del Jiloca, fueron terribles los meses que siguieron a la calma chicha del verano de 1936 cuando un grupo de cuatro o cinco personas, conocidos como “los fusileros”, ejecutaron, sin ningún tipo de juicio, a decenas de mujeres, especialmente vecinas de dos pueblos: Cella, con una treintena y Villarquemado con 12. La mayoría de ellas fueron trasladadas al lugar conocido como Pozos de Caudé cercano a Teruel para cometer estos execrables actos y para arrojar sus cuerpos posteriormente a un pozo allí existente.
También funcionaron los llamados consejos de guerra que realizaban los tribunales militares que podemos calificarlos como arbitrarios y sin garantías jurídicas para las encausadas y por los que pasaron numerosas mujeres acusándolas de diferentes delitos y aplicándoles condenas de variada duración. En el libro que presento estos días hemos llegado a localizar cerca de un millar de mujeres, con nombres y apellidos, de la provincia de Teruel sometidas a estos juicios sumarísimos de las que más de 30 residían en la zona del Jiloca.
Una de las acusaciones fue la de realizar espionaje a favor del Gobierno de la República dado que la separación del frente de guerra (Sierra Menera y Sierra de Albarracín), entre ambos contendientes estaba muy próximo por lo que fueron sometidas a consejos de guerra y, consecuentemente, fueron condenadas a 12 y 30 años de cárcel e incluso alguna sufrió la condena de pena de muerte, luego conmutada por 30 años de prisión.
Dentro de este grupo hay que incluir mujeres de pueblos como Villarquemado, seguramente con el mayor número de encausadas, Monreal del Campo, Ojos Negros y Sierra Menera. Es más, en Santa Eulalia se reformó una amplia paridera para adaptarla como campo de concentración “especializado” en casos de detenidas/os por espionaje de la zona del Jiloca.
Otra forma de represión fue el confinamiento de mujeres fuera de su localidad de residencia durante meses, especialmente entre los años 1937 y 1940. En este caso las mujeres eran trasladadas a otro lugar sin ningún juicio previo ni consejo de guerra. La instalación en Ojos Negros de un puesto del Servicio de Información y Policía Militar (SIPM) franquista con una oficina permanente dedicada al contraespionaje, facilitó el que las mujeres fueran enviadas a localidades alejadas del frente por el temor a las filtraciones entre ambos bandos.
En la mayoría de los casos de confinamiento, no era necesario tener expediente de antecedentes político-sociales o cualquier documento acusatorio, bastaba con que los militares del SIPM o el Gobernador de la provincia tuvieran la simple sospecha de que una mujer había realizado o podía realizar el espionaje, para que fuera confinada en un sitio a km de su hogar.
Al marchar, en su hogar cada mujer dejaba a sus hijos, marido, a veces a los padres, y a donde había sido destinada, el Consistorio no tenía ninguna obligación de procurarle la manutención por lo que tenía que buscarse la vida trabajando donde pudiera lo que hizo que algunas de ellas pasaran hambre y miseria.
Según cálculos realizados por historiadores, más de 50 mujeres de la Sierra de Albarracín y de Ojos Negros-Sierra Menera fueron confinadas en otros pueblos de provincias como Soria, Burgos o Zaragoza alejadas del frente de guerra. Tras el final del conflicto armado, en la segunda mitad de 1939 sobre todo, las mujeres fueron regresando a sus lugares de procedencia.