Actualmente estamos rodeados de libros, post, charlas o podcast motivacionales que nos pretenden enseñar cómo tener una vida más plena, más tranquila o, en definitiva, una vida más feliz. El fenómeno de la autoayuda parece entenderse como algo contemporáneo, pero lo cierto es que la búsqueda de la felicidad es algo a lo que el ser humano ha aspirado desde sus inicios. Es un fenómeno común a todas las personas, que nos apela de manera directa y que ha sido un tema candente entre filósofos, religiones y charlatanes. Lo cierto es que no hay una fórmula secreta, ya que cada cual tiene su percepción particular de cómo ser feliz en relación a sus opiniones o sus intereses. La autoayuda, si bien puede estar bienintencionada, se narra siempre desde el punto de vista subjetivo de un autor o autora, por lo que su idea de felicidad o de vida plena queda sujeta a su forma de entender el mundo.

La historia que os vamos a contar hoy aparece en un libro de 1923 llamado “Filosofía de la vida práctica. Hacia la felicidad” de Gabriel Romero Landa y de inclinación claramente conservadora. En ella se recoge la única noticia que tenemos hasta el momento de Francisco Ruiz, un obrero de la fábrica de electricidad de Calamocha que se construyó su propia casa. Romero Landa cuenta su historia como un ejemplo de buen hacer y de lucha contra la adversidad, aprovechando para echar pestes sobre el resto del proletariado y obviando la razón fundamental que le llevó a hacerlo: la necesidad. Pese a esto, merece la pena rescatar esta curiosa crónica por dos razones: la primera como anécdota, y la segunda como forma de dar a conocer y – si fuera posible – obtener más información sobre la figura de Francisco Ruiz.

Francisco Ruiz, de 48 años, era un obrero calamochino encargado de la fábrica de electricidad. Su jornal era de ocho reales con los que tenía que mantener a una familia de diez miembros. Con el ánimo de darle una mejor vida a su familia, se propuso construir una casa que no le costase un solo céntimo.

Aprovechando el poco tiempo que le quedaba después de trabajar, pudo disponer de dos o tres horas diarias para la labor. Primero recogió y guardó todas las herramientas y toda la madera y el hierro que fue menester. Al tener los materiales, comenzó con los cimientos. Sin embargo, la cantera quedaba lejos de casa, lo que podía suponer demasiado esfuerzo para un solo hombre. Por eso Francisco optó por los pedruscos del río Jiloca, a unos 300 metros de su futuro hogar, y que recogió desviando el río en dos partes. Al amontonar las piedras las llevó en carretilla hasta su casa, realizando varios centenares de viajes ante el estupor de los vecinos.

Ahora solo faltaban el yeso y el cemento. Para ello pidió permiso a los frailes para extraerlos de un convento derruido y los puso en medio de la carretera para que los vehículos los hicieran polvo. Una vez tuvo todos los materiales, fue construyendo una casa de tres pisos, sólida, robusta y, en palabras de Romero Landa, “hasta elegante”. En dos años Francisco Ruiz terminó su casa habiéndose gastado menos de doscientas pesetas.

En la crónica se señala también el desgaste físico que sufrió durante la construcción de la casa, resaltando que apenas había dormido durante el proceso. Se cuenta que solo ocho veces se desnudó para meterse a la cama, tumbándose casi siempre con su traje de jornalero para no perder el tiempo quitándose y poniéndose las prendas.

De la historia de Francisco Ruiz podemos extraer dos lecturas. Por un lado, nos muestra hasta dónde puede llegar la tenacidad del ser humano para superar cualquier obstáculo. Pero por otro, también es un reflejo de los esfuerzos a los que nos vemos avocados debido a ciertas circunstancias vitales, y que corren el peligro de ser narrados como fábulas de superación modélicas que acaban por romantizar y hasta justificar situaciones de pobreza.

Si quieres más información al respecto, tienes el artículo completo de José María de Jaime en el Baúl de la Memoria, o puedes mandarnos un correo a secretaria@xiloca.com. Y tú, ¿tienes más información sobre Francisco Ruiz? ¿Sabes cuál fue la casa que levantó y si sigue todavía en pie? ¡Queremos saberlo!

Acércate, pregunta, curiosea.

CURIOXILOCA. Centro de Estudios del Jiloca

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