Se podría decir que una población fuerte es aquella que no deja de formarse y aprender ante cualquier circunstancia, y que además ve oportunidades donde otros no las ven. Esto es lo que hemos podido ver en diferentes jornadas de formación repartidas por nuestro territorio. Diversas charlas, talleres y experiencias que intentan mostrar a las escasas personas que asisten, que hay futuro para el medio rural y para los jóvenes. Actividades que pretenden recuperar las conexiones entre primerizos autónomos, trabajadores o personas que no tienen claro cómo enfocar su futuro laboral. Pero, ¿realmente se apuesta en formar a nuestros niños y adolescentes en ser empresarios? Estas pequeñas PYMES son las que proporcionan el valor añadido a nuestros pueblos. Aportan parte de la riqueza que permite mantener las escuelas, los centros de salud y los servicios en general.

Sin el trabajo de estos pequeños pero grandes generadores de actividad económica y que dan trabajo a parte de los vecinos, sería muy difícil mantener una única estructura económica basada en el funcionariado. Es importante aprovechar la oportunidad que ofrecen las pocas jornadas y talleres de emprendimiento que se llevan a cabo, para que se potencie la creación de nuevas empresas y sinergias en nuestras deprimidas zonas rurales. Al igual que juntando muchos granitos de arena se puede formar un castillo, la coexistencia de muchas pequeñas empresas pueden llegar a construir el engranaje del motor económico de nuestra zona, consiguiendo incluso el arraigo al territorio que una empresa grande pueda no llegar a desarrollar. Es urgente reclamar más apoyo a las pequeñas y medianas empresas, así como experiencias junto con los centros educativos.

Hace ya unos años que ACIC organizó una de estas interesantes experiencias, una jornada de motivación con Carlos Pauner, alpinista y empresario, que puso en valor y expuso al alumnado el sacrificio que le había supuesto llegar a cada uno de sus picos. Este largo camino lleno de dificultades refleja un paralelismo con la vida real de cualquier persona, y en este caso, de los pequeños empresarios. Es una ardua pero gratificante tarea, ya que ver cómo tu propio proyecto empresarial nace de cero, crece y se desarrolla es algo difícil de explicar. Hay que apostar por dar ese impulso necesario a los niños y niñas para que escojan aquello que les apasione y visualicen su propio proyecto, sin tener miedo a ser su propio jefe.

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