El hecho de formar parte de una población activa cada vez más reducida es una realidad que debemos afrontar sí o sí. El paso de los años, junto con la pirámide poblacional invertida que caracteriza a la sociedad actual, hace difícil o complicado el mantenimiento de muchos de los servicios y negocios que conviven con nosotros. Gracias a las personas que dignamente vienen, huyendo de sus países, hasta nuestras localidades a buscar un futuro mejor, se abre un futuro de posibilidades para nuestros pueblos. Algunas de las agrupaciones que hacen la vida más fácil a estas personas son las entidades sociales, bien sean de carácter independiente como ACCEM y Cruz Roja, o bien de carácter religioso como Cáritas. La labor de todas ellas es lo que posibilita realmente que estas personas puedan desempeñar sus vidas en nuestros pueblos. Quizá, la Administración Estatal debería mirar a estas entidades para tomar el testigo, aunque económicamente quizá no es rentable.

ACCEM se ha convertido en toda una revolución en nuestras comarcas de Daroca y Jiloca. Llegaron hace relativamente poco tiempo y han sabido integrarse con el resto de la población de nuestro territorio de manera muy satisfactoria. Las trabajadoras, en su mayoría, les ofrecen un hogar temporal donde poder refugiarse junto a todos los miembros de su familia. Además, durante esta estancia temporal, los niños son escolarizados, y aquellos con las aptitudes adecuadas pueden aprender el idioma y poder realizar algunos de los trabajos que se proponen. El problema es que el paso de muchas de estas personas por estos centros es algo transitorio y temporal, lo que hace que en algunos momentos el colegio más cercano se sature de alumnos y en otros se vacíe de forma repentina. Aún así, muchos de estos niños suelen llegar a fin de curso con las materias básicas adquiridas.

Esta labor social, no sería nada sin los voluntarios y voluntarias que de manera desinteresada dedican su tiempo y, en muchas ocasiones, su dinero para poder ayudar a estas personas, ofreciéndoles ropa, una bicicleta y hasta algún teléfono móvil. La inclusión de estas personas gracias a la convivencia con voluntarios y vecinos provoca que en algunas ocasiones algunos de estos «refugiados» decidan instalarse en nuestros pueblos, asentando así nuevos pobladores en el medio rural, ganando tanto la localidad como ellos mismos. Muchas de estas personas realizan trabajos que las personas de aquí desechan o no quieren realizarlos por su baja remuneración o sus condiciones laborales, poniendo una solución a estos trabajos que se quedarían sin desempeñar. Situación que les hace tener una continuidad a los nuevos pobladores y en definitiva una supervivencia para ambos. Debemos fomentar la inclusión de estas personas para el futuro de muchas de nuestras empresas y localidades, ya que el poder asentar a nuevos pobladores es cada día un reto más complicado.

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