El cura y el maestro

Jun 23, 2023

Han pasado más de ciento veinte años y todavía causa estupor el recuerdo de unos hechos ocurridos en Villanueva de Huerva la víspera del Corpus Christi de 1901. Estupor por el terrible hecho en sí, pero también por la versión que una parte de la prensa liberal del momento ofreció a sus lectores.

El 6 de junio de 1901, la citada localidad preparaba su fiesta del Corpus, como se había hecho durante años, y el alcalde, don Nicolás Pérez, comunicó al maestro del pueblo, don José Chía Armengol que se pusiese en contacto con el señor párroco para organizar con sus alumnos la procesión y demás actos religiosos del Corpus Christi, como era costumbre en el pueblo.

El maestro, un joven de 29 años natural de Peralta de la Sal, en Huesca, manifestó al señor alcalde su disconformidad con este requerimiento, añadiendo que su única obligación era la de enseñar a los niños y no la de participar en eventos religiosos.

Ante la insistencia del edil, el profesor fue a visitar al cura para exponerle su postura, presentándose en la casa parroquial, en donde fue recibido con amabilidad por el presbítero, seguramente convencido de que éste venía a hablarle sobre la mencionada organización de las funciones religiosas y la participación de los niños en ellas.

Pero lejos de esto, el maestro, en actitud muy violenta le dijo al cura que sus alumnos no participarían en manifestación religiosa alguna. El párroco intentó calmarle y aun convencerle, argumentando que era costumbre esta asistencia y participación de los niños en la procesión del Corpus Christi, y que estaba amparada por la ley, lo que alteró aún más los ánimos del joven docente.

Como quiera que el acaloramiento del maestro iba en aumento, el párroco le invitó a abandonar su casa acompañándole, candil en mano, hacia las escaleras que conducían al patio de la casa, y según bajaban, volvieron a intercambiar algunas palabras malsonantes, momento en el que sin mediar más conversación, sacó el profesor, de entre su ropa, un cuchillo de grandes dimensiones y sin dar tiempo al cura a reaccionar le asestó dos puñaladas. Aún así, el presbítero, en una actitud defensiva se abalanzó hacia su atacante, pero este volvió a acuchillar al cura con varias puñaladas más.

Al escuchar la trifulca, varios vecinos acudieron a la casa parroquial, encontrando a su párroco tendido en el suelo sobre un charco de su propia sangre, pero aún con vida, lo subieron a su habitación en donde falleció poco después.

El agresor se presentó ante las autoridades a las que explicó con una serenidad asombrosa que había apuñalado al párroco del pueblo. Después llegarían las pesquisas para aclarar el suceso.

Otros testigos prestaron declaración coincidiendo con la del maestro en la primera parte, es decir, en lo que respecta a lo hablado con el alcalde, sin embargo diferían en el hecho del homicidio. El párroco, aunque muy enfadado, acompañaba junto a su sirvienta, al maestro hacia el patio cuando de pronto éste sacó un gran cuchillo y comenzó a apuñalar al cura, que intentó repeler el ataque hasta caer tendido en medio del patio.

El cura, don Ángel Julián Vázquez falleció a causa de las heridas sufridas, a las nueve y tres cuartos de la noche del siete de junio de 1901, tenía 34 años y era natural de Manchones.

Decía al principio que estos hechos causaron estupor en su día porque una parte de la prensa contó los hechos de una manera que sembraron la duda en el jurado sobre si la muerte se produjo en legítima defensa y el acusado fue absuelto.

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