De este día del que antaño se decía que era uno de los “tres jueves que relucen más que el sol”, han dado cuenta bardos y trovadores de todos los tiempos desde aquel lejano año de 1239 en que “por gracia del Cielo quiso venir a Daroca el Santísimo Misterio”.

Hoy me refiero al día del Corpus Christi de 1895, 13 de junio, en que el conde de Doña Marina escribió en un periódico de Bilbao un extenso artículo sobre la grandeza de esta jornada, recordando los más de seis siglos en los que los darocenses y visitantes llevaban adorando el Paño Sagrado en la “Torreta”, del que reproduzco algunos pasajes.

Comienza este cronista estableciendo una similitud entre la devoción de los darocenses por los Corporales a la de todos los aragoneses por la Virgen del Pilar y afirma que son pocos los españoles que ignoran este magnífico milagro que contribuyó a que Urbano IV estableciese en la Iglesia Universal la gran festividad del Corpus Christi.

Continúa el conde relatando lo que este día significa para Daroca y el origen de esta entrañable festividad, citando al gran cronista Zurita cuando escribió con su sencillo estilo: “Al tiempo que el rey don Jaime, el Conquistador, partió para Montpelier, don Guillén de Aguilón con algunos caballeros y almogávares y gente de pie que estaban de guarnición en Valencia, salió a correr tierra de moros”. Menciona a otros grandes cronistas como el jesuita Mariana, refiriéndose al castillo de Chío, como “llave de un valle muy fresco y abundante, en cuya fortaleza se concentraron más de veinte mil sarracenos, siendo los cristianos muy pocos, pero valientes, animosos y determinados a pelear con aquella morisma, que al salir el sol se pusieron a oír misa en la que habrían de comulgar seis de los capitanes pertenecientes a las milicias de Calatayud, Daroca y Teruel, momentos en los que se oyeron tremendos alaridos a su alrededor, indicando un ataque enemigo que de repente les acometieron, forzándoles a dejar la misa y acudir a las armas. El celebrante envolvió en el corporal las seis formas consagradas y lo escondió, y una vez vencidos los Moros y ganada la batalla, hallaron las Hostias bañadas en sangre y adheridas al lino”.

Pedro Beuter recordaba también ese memorable día en que las tropas cristianas pelearon y vencieron a las sarracenas en aquella lid en la que se produjo el milagro y como por especial favor del Cielo se trajo a Daroca, siendo por esta causa tan conocida y frecuentada.

Más recientemente, en 1862, continúa el autor de este artículo, Antonio Cabanillas se refiere también a estos hechos de este modo: “Mas en la acción que precedió a la toma del castillo de Chío sucedió el milagro que creen todos nuestros antiguos historiadores, incluso el mismo Rey D. Jaime, porque acostumbraban los caudillos armarse antes de entrar en la pelea con el escudo de la Religión y recibir la Eucaristía, siendo en esta ocasión el presbítero de Daroca Mateo Martínez, quien la presidía”.

128 años hace que fueron escritas estas palabras y son prácticamente las mismas que llevan repitiéndose durante los últimos 784 años, en los que tal día como este, los Corporales en su antigua arqueta de plata donada por el rey Conquistador, han seguido procesionando por las calles de Daroca ante la admiración de propios y extraños, recorriendo la calle Mayor hasta la entrañable “Torreta” en donde durante siglos se ha mostrado el Paño Sagrado a la ciudad de Daroca, a los pueblos de su Comunidad y a otros mucho más lejanos que acuden a visitarnos en este día.

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