Multitud de pequeños castros celtíberos salpimentaban nuestro territorio, como Berrueco, Mainar o Villarroya del Campo, Entrambasaguas en Luco de Jiloca o los poblados de Sierra Menera. Aquellas pequeñas urbes autogestionadas que compartían territorio, lengua, cultura y modo de vida, acabaron por sucumbir ante el imperialismo romano, con sus ínfulas y grandezas, su pobreza y miseria. Testigos mudos de nuestra historia que, todavía tienen mucho por contar y, nosotros, mucho por aprender. ¿El medio rural (celtíbero) cederá a la globalización (romanización)? Un paralelismo que tal vez, los puristas, disientan en el fondo, pero espero que no la forma.


Avanzamos en el tiempo hasta el siglo XX para comenzar a analizar datos. Las Comarcas de Jiloca y Campo de Daroca, según el Instituto Aragonés de Estadística, albergaban 34.372 almas y 20.409 almas respectivamente en 1900, llegando a su punto álgido en 1930 con 40.709 y 22.479 habitantes respectivamente. Desde los años 50 hemos sufrido las consecuencias de los movimientos migratorios hacia ciudades o provincias cercanas, mermando notablemente nuestra población. En la Comarca del Jiloca hay censados 12.364 habitantes por 5.428 del Campo de Daroca en 2021. Hemos perdido más de un tercio de población desde entonces.


Causas como la migración por motivo de estudios (muchos nos vamos, pero pocos volvemos), el mercado laboral (la industrialización o el crecimiento del sector servicios), la movilidad (trabajadores que viven en las grandes urbes, pero trabajan en el medio rural), la – teórica – falta de oportunidades (carencia de puestos de trabajo especializados y/o para universitarios), acceso a sanidad (hospital o especialistas), las comunicaciones (tanto a nivel físico como digital) los largos inviernos. la dificultad para fijar población es manifiesta, unido a una pirámide de población invertida, baja tasa de feminidad, desempleo estructural… La involución del medio rural avanza inexorablemente y nuestro futuro puede estar, o ya está, en el aire.
No es cuestión de hablar solo de lo negativo, lo obvio o lo manido. Es necesario comunicar lo positivo, que no es poco. Tenemos importantes bondades en nuestro territorio, aunque haya que seguir reclamando aquellas deficientes, insuficientes o inexistentes. Es posible formarse, disponemos de estudios de primaria y secundaria de calidad, escuelas de adultos o la UNED. Podemos desarrollarnos profesionalmente, trabajar en las empresas del territorio o crear nuestro propio negocio, porqué no. Existe apoyo institucional y ayudas económicas para generar empleo; crear nuevos negocios y/o empresas, y no menos importante, mantener y ampliar los existentes. Tenemos una buena sanidad, con centros de salud con grandes profesionales en las cabeceras comarcales. Y, para muestra, un botón. En Calamocha existen avances y proyectos importantes que pueden servir a modo ilustrativo y extensibles a otros municipios de ambas comarcas.
Estas situaciones expuestas, pueden condicionar la demografía y la población de un territorio. Retornaremos a las frías cifras. La población en ambas comarcas es, otrora, inimaginable; superamos por poco los 18.000 habitantes. El censo miente, mucha gente está censada pero no vive y que, para invierno hay descenso importante de gente mayor que se va huyendo del frío, de la soledad, porque se los llevan los hijos o hijas para cuidarlos o para echarles una mano con los nietos. Como digo muchas veces, en invierno, quedamos los de mantenimiento, y empiezan a faltar.
El medio rural se desangra en habitantes porque, además, el número de nacimientos es cada día menor y el número de fallecimientos aumenta; una tendencia difícil de revertir. En el Campo de Daroca solamente un 5,17% es menor de 20 años frente al 7,87% del Jiloca en 2021, en global 2.320 habitantes. Es decir, hay un 13,04% de menores de 20 frente al 60,0 % de mayores de 65 años, repartidos en 27,4% del Jiloca y 32,6% de Daroca; 10.675 personas. Queda, por tanto, la población entre 20 y 65 años de 4.797 habitantes, un 32,13%. Mientras que en Aragón la media de mayores de 65 años supone el 21,8%, nuestras comarcas languidecen con una media del 30%, cifras ciertamente preocupantes. El saldo vegetativo es negativo, con 89 nacimientos por 238 defunciones en el Jiloca, y aún más preocupantes en el Campo de Daroca con 18 nacimientos frente a 130 defunciones, con un saldo vegetativo de 261 habitantes menos, deja clara la situación. A este ritmo, en medio siglo apenas quedará población en nuestras comarcas.
Las estadísticas, no mienten. La demografía y población en el Jiloca y Campo de Daroca son preocupantes. Nos encontramos ante un nuevo cambio de sistema; cultural, social, económico y tecnológico. Es difícil de prever, pero es (tiene que ser) nuestro momento. Un tren ha pasado, y si queremos no perder el próximo (si, el último todavía no ha pasado), es necesario seguir trabajando y sumando para que nuestro territorio, siga siendo un lugar privilegiado y magnífico para trabajar y para vivir. Para mí, lo es. Yo, al menos, así lo siento. No nos olvidemos que, los pueblos, lo hacen sus habitantes.

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