Aquel jersey rojo

Oct 28, 2022

¡Hola!
Soy Jumper. Como todos sabréis, mi nombre significa jersey en inglés. Mi nombre lo dice todo: soy de lana y de color rojo. Os voy a contar una historia.
Yo vivía en una gran mansión con mi dueño, Gonzalo. Al tener mucho dinero, nos tenían en un enorme armario a todos mis compañeros y a mí. La casa era de color blanco, con unas grandes ventanas en la fachada. En la parte trasera, había una gran piscina, un jardín y una sauna.
Cada día que Gonzalo se vestía, cogía uno de sus ciento ochenta jerséis. Unos eran con cuello; otros, de lana; los había de algodón… Y, así, hasta ciento ochenta. Yo nunca salía. Mis compañeros estaban más a la moda y yo era un poquitín más antiguo.
Gonzalo poseía tantos jerséis que no se acordaba ni de que me tenía a mí, un triste jersey apenas estrenado y olvidado.


Un día, en Calamocha, donde vivía, instalaron unos contenedores nuevos de color rojo. No eran de basura, sino de ropa. La que no te gustara, la que ya no usabas, la que se ha roto, toda esa ropa se metía allí en bolsas y los voluntarios de Cáritas la repartían entre la gente más necesitada.
A mi dueño solo le importaba su look y, en el armario, cada día éramos más jerséis porque llegaban algunos más modernos y bonitos.
El día de la recogida, Gonzalo decidió tirar algunas prendas de vestir. Yo, Jumper, fui una de ellas. También puso a Pepe, a Luis y a Javier. Nos montó en su coche y, ¡run, run!, nos llevó al contenedor de ropa. Llegamos al destino y allí nos dejó.
Todo estaba oscuro, vacío, y yo, con muchas ganas de conocer más jerséis. Cada día, venían personas y se llevaban a mis amigos. Me estaba quedando solo. Quizá ya no era práctico, cálido, cómodo, suave, útil. Era feo, anticuado, todo lo contrario a los demás.
Un buen día, vi cómo la puerta se abrió. Un rostro humilde con unos ojos dulces me miraba alegre. ¿Me cogería? ¿Me dejaría? Estaba impaciente por ver qué decisión tomaba y, al mismo tiempo, me esforzaba por mostrar mi mejor cara. Al cabo de un rato, noté que una mano fría y joven tocaba mis mangas. ¡Me estaban cogiendo!
Era un niño pobre, llamado Edison, que nunca había podido tener casa, ropa, alimento, educación y todo lo que debe tener un niño en su infancia. Ese pequeño me apreciaba un montón. Cada mañana, me acomodaba en su cuerpecito y nos marchábamos a la calle. Con él, veía todos los días el sol. Era su único jersey y me trataba con mucho cariño. En su casa, yo era el rey y gobernaba en su armario.
Gracias a él, aprendí una gran lección: al tener pocas cosas, las valoras. Y, aunque él fuera pobre, me cuidaba de maravilla. ¡Era feliz! ¡Me quería! ¡Me cuidaba! ¡Sería mi dueño para siempre!

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