Ya en casa (viernes santo, 29 de abril de 2024 (4.6ºC) me distraigo con la amable visita de mi autoproclamado vasallo fiel don Francisco Royo Domingo: Guardián del Rabal. Me sorprende con un cuaderno donde a lo largo de los últimos años, pandemia incluida, ha ido escribiendo, como yo, lo que le ha venido en gana y realizado unos dibujos verdaderamente bonitos. Le animo a continuar.

150.000 km en bici dice que lleva el gacho y eso no es todo. Un día corre a pie 21,150 km en circuito urbano, media maratón, (no está mal, cuando mi móvil me recuerda que este mes de mayo he andado 10 km y me felicita por dicha gesta) y otro día se casca 40 km en bicicleta. Algo menos en el crudo invierno por mantener el cutis. Ya en verano tres o cuatro veces al mes por la carretera remolachera sube y baja a Teruel con la fresca. Tiene ahora 63 años y sueña con salir de nuevo en la contraportada del Comarcal con su hazaña. Los calamochinos, dicen los cronistas clásicos, somos dados a toda clase de gestas, al ritmo que lleva saldría cada seis meses en el Comarcal y no es plan. Cada vez escribe mejor, se nota lee con atención. Le comento que para tal privilegio habrá de hacer una heroicidad aún mayor si cabe. Y le recuerdo lo que le dijo el pasado Santo Cristo entre acordes el Maestro Megina: “Tú corres mucho, algo habrás hecho” mientras el Gran Willy cantaba “Del rabal no es cualquiera”.

“Corría el año 1971 y con 10 añicos escuchaba en la radio aquel ciclismo de esa época. Toda la década que me maravilló con los Eddy Merckx, Jose Manuel Fuente, Luis Ocaña, Gimondi, Paco Galdós, Thévenet. De esa manera me aficioné y ya su culminación con Bernard Hinault, Perico Delgado y luego Miguel Indurain. De esos últimos 32 años que llevo practicándolo con los 150.000 km que llevo, me recuerda que a mediados de los años 70 del siglo XX mi padre Máximo y mi pariente Pepe Layunta con su Simca 1000 marchamos de viaje a Teruel donde llegaba una etapa de la Vuelta a España en el Campo del Teruel, el Pinilla estaba la meta y yo viendo a mis ídolos. Era un sueño ver a Eddy Merckx y Luis Ocaña. Al año siguiente en el Colegio “Rafaelico” López Gil y yo hicimos una Carrera Ciclista. Era ir a Cutanda que estaba en fiestas y a la vuelta la meta en el cementerio para no tocar la nacional. Era la prueba con aquellas bicis de nuestros padres, toda una experiencia con 14 años de edad donde con poco éramos felices y alegres, atrevidos y capaces. ¡Aupa el Ciclismo!

Y sobre todo agradecer a mi gimnasio Crossfit Jiloca, Joaquín y Chema, ese complemento físico que, con el ciclismo y el atletismo, con mancuernas, pesas y barras y ganas me mantengo en forma, que es lo que pretendo y la gente joven que le guste algún deporte, es el consejo que les doy: ¡Calamocha es deporte!”

Hablo con Paco, mi escudero, (sábado 8 de junio de 2024 (14.7ºC), pregunto por su hermana y su padre Máximo y él a su vez por mi madre. Le comento que el artículo está listo. Se alegra y pide tome nota de aquello que olvido:

“La mayor gesta del ciclismo calamochino aún por superar y que fue la base principal de mi afición la llevaron a cabo tres fenómenos algo mayores que yo que nos dejaron a los críos con la boca abierta. José Antonio Polo “el Jotero”, Ignacio Fidalgo y Antonio Pamplona el Curro (DEP) a principios de los setenta. Con aquellas bicicletas, no solo fueron sino que volvieron a Zaragoza. Doscientos y pico kilómetros… Unos campeones. Todos queríamos ser como ellos, capaces de llegar más lejos que los que salían por la radio, la tele o los periódicos”.

Comparte esta Noticia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *