Márquetin Belenista

Dic 24, 2021

POR JESÚS BLASCO

Al cumplirse el 1.223 aniversario del nacimiento Cristo, el seráfico fundador de la orden franciscana celebró la noche de Navidad en la pequeña localidad italiana de Greccio, donde acudieron a una de sus cuevas los frailes y vecinos del lugar entonando cánticos y portando antorchas para celebrar la misa del gallo, usando un pesebre como altar y donde no faltaron la mula y el buey.

La vibrante homilía corrió a cargo del por entonces diácono y fue seguida con enorme emoción según relata el beato Tomás de Celano, compañero y biógrafo de san Francisco, que supo recrear en la cueva de Greccio a una nueva Belén de Judá donde se rindió honor a la sencillez, se exaltó la pobreza y se alabó la humildad. Todos los asistentes volvieron a sus casas profundamente conmovidos por el impacto ambiental tras un evangelio tan gráfico que entró por los ojos en vez de por los oídos; nadie de los presentes podía imaginar que ochocientos años después, aquel prototipo de nacimiento viviente derivaría en un fenómeno social que en época navideña se sigue instalando en millones de hogares de los cinco continentes.

Desde el medievo, la orden franciscana en sus ramas masculina y femenina han sido grandes divulgadores del belenismo; tradición especialmente arraigada en todos los territorios de  España con especial papel en la evangelización de América donde se sigue apasionadamente el arte belenista, dando lugar a pesebres bellísimos llenos de anacronismos en personajes, animales y plantas, licencias todas, que han venido a reforzar esta costumbre navideña, teniendo en los niños sus más fervientes valedores.

En esa evolución hasta nuestros días también tuvo un destacado papel la que ha pasado a la historia como la “Reina del Belén”, atribuido a la princesa polaca María Amalía de Sajonia esposa de Carlos III, venidos desde Nápoles para hacerse cargo del reino de España, al que trajeron esta afición y una asombrosa colección de belenes napolitanos que hoy forman parte de las colecciones reales. María Amalia vivió apenas un año entre nosotros falleciendo a causa de una tuberculosis; pero a pesar del poco tiempo logró cambiarnos la Navidad a todos los españoles, dado que al instalarse la familia real en el  Casón del Buen Retiro por estar en obras el Palacio de Oriente, montó allí tambien su primer y único belén que gustaba mostrar para presumir ante una aristocracia que quedaba absorta y que de inmediato comenzó a copiar tan feliz iniciativa secundada tiempo después por las clases populares.

En el recuerdo de muchos calamochinos que peinan canas y que comenzaron a engancharse al belenismo, está el escaparate de la mercería de María Romero en plena calle Real donde en fechas navideñas cambiaba su habitual decoración de encajes y colonias dando paso a una miniatura de  animales y personajes de barro, ríos hechos con papel de plata, casitas de corcho, caminos de serrín y cuevas y montañas realizadas con la llamada piedra tosca de El Poyo recogidas junto al musgo durante una tarde de paseo con nuestro padre. A las figuras de barro le seguirían las de plástico en Papelería Elías y ambos escaparates convertidos en un disneyland a los ojos de un niño constituían la mejor distracción en esa ventana abierta a los sueños infantiles que nuestro papa Francisco llama fantasía creativa.

Mucha tradición belenista calamochina arranca precisamente de aquellos años, que además de gozar de buena salud tiene un patrimonio de muchos y muy buenos belenes y aun lo serían mejor si anualmente se organizasen concursos y charlas, y se supiera aprovechar la aportación de los valores locales como es el caso de nuestro belenista José Luis Sancho con obra extendida por media España. A estas alturas ya deberíamos estar disfrutando de un buen belén municipal salido de sus manos, donde se muestren las figuras en una recreación a escala de nuestras calles y plazas, que sería expuesto de manera rotativa en los patios de las casas solariegas, instituciones y empresas locales; y por supuesto figurando en la ruta belenista aragonesa en unión con otros muchos municipios  que no pierden ripio a la hora de procurar el turismo de cercanía.

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