En muchos de los pueblos de nuestra comarca se encuentran todavía en pie algunos de los antiguos pozos de nieve –conocidos popularmente como neveras– que antaño sirvieron para la creación y el almacenamiento de hielo. Estas neveras se excavaban en un terreno propicio para evitar la excesiva insolación y favorecer la humedad y la baja temperatura.

Lo que por fuera parece ser una pequeña construcción, es sólo la parte exterior de un profundo depósito forrado de piedra en el que se recogía nieve durante el invierno. Esta se compactaba y prensaba entre capas de paja, lo que ayudaba a su aislamiento y conservación, pero también a separar y marcar el tamaño de los bloques de hielo. En zonas de menor altitud, donde las nevadas eran poco frecuentes, el hielo se obtenía desviando agua de arroyos o puntos fluviales cercanos y congelándola durante las heladas hibérnales. Tenían además un desagüe para desalojar lo que se derretía y no estropear el resto nieve.

Si bien el hielo siempre había sido utilizado para actos cotidianos como enfriar bebidas o conservar alimentos, será a finales del siglo XVI cuando se popularice y se estandarice su comercialización gracias al implementarse el uso del hielo con fines médicos. Los tratados de medicina empiezan a apostar por el hielo como remedio para distintos síntomas –por ejemplo, la fiebre o las inflamaciones– o como anestesia para las intervenciones quirúrgicas, convirtiéndolo en un producto de primera necesidad.

Así, las localidades comienzan a construir pozos de nieve, creando un negocio y una gran red comercial de depósitos que almacenaba el hielo durante el invierno y lo distribuía a cientos de kilómetros durante los meses de mayo y octubre. El comercio se vio favorecido por lo que se denominó “Pequeña Edad de Hielo” un periodo de bajas temperaturas comprendido entre los siglos XVII y XIX, que permitía congelar también el agua obtenida mediante desvíos fluviales.

El comercio del hielo implicó la creación de contratos de arrendamiento de un año para otro, que garantizaban el suministro de nieve durante los meses de verano. Aunque eran los Concejos quienes se encargaban de la construcción y el mantenimiento de las neveras, estas se solían alquilar durante varios años a particulares.

En nuestra zona, si bien tenemos pistas de más pozos de nieve en otros pueblos, todavía se conservan neveras en Odón, Luco, Torrecilla del Rebollar, Peracense, Badules, Nombrevilla, Daroca, Santa Cruz de Nogueras y Used (estas dos últimas rehabilitadas y abiertas al público).

Un documento de 1674 nos da indicios de la existencia de un antiguo pozo de nieve en Ojos Negros y otro en Monreal. El archivo es un contrato de suministro de nieve entre un vecino de Monreal y Simón Hernández, encargado de la nevera. En este se compromete a llevar hielo hasta el 29 de septiembre, lo que también indica que el contratante disponía de otro pozo en el que poder almacenarlo y venderlo a los vecinos de la localidad. Resulta especialmente sorprendente que se tuviera la seguridad de encontrar nieve en cantidad en las neveras hasta finalizar septiembre, cuando hoy en día ni si quiera sabemos si va a nevar en invierno.

En el siglo XX, tras La Pequeña Edad de Hielo y con la llegada del hielo artificial, las neveras cayeron en desuso y empezaron a utilizarse como vertederos, dejando como recuerdo restos de los más de 500 pozos de nieve que un día abastecieron los pueblos de Aragón.

Si quieres más información al respecto, tienes un artículo en el baúl de la memoria o puedes mandarnos un correo a secretaria@xiloca.com.

CURIOXILOCA. Centro de Estudios del Jiloca

Comparte esta Noticia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *