Nos referíamos en el número anterior a los panteones del Cementerio Municipal de Daroca. Continuamos ahora con el de Romero-Lozano, familia de industriales darocenses con presencia en la ciudad desde hace un siglo, procedente de Teruel y de Fuentes de Jiloca, cuyos finados descansan en un sobrio panteón de granito gris claro, presidido por una imagen de la Virgen, de gran tamaño.
También una escultura de piedra tiene el panteón de la familia Giménez-Blas Gálvez, pero en este caso se trata de la conocida imagen de la Virgen de la Piedad.
Sencillo, pero muy elegante es el de la familia Herrero-Colás, de granito oscuro con una cruz del mismo tono en la cabecera.
Muy parecido es el de la familia Navarro-Rubio-Serrés, en el que descansa, junto a su esposa Dolores, el que fuera, en su día, ministro de Hacienda y Gobernador del Banco de España, Mariano Navarro Rubio.
No deja de ser curioso el que alguien diseñe su propia sepultura, sin embargo hay quien lo hace. Benito Abril lo hizo y en su obra descansa el autor, su señora y su hijo. Es un panteón de piedra en el que están superpuestas unas lápidas de granito negro y en la cabecera un Cristo muerto en la cruz que se encuentra sujeta con unas cadenas a unos pilares en forma de “V”.
De un tamaño espectacular es el panteón de la familia Santorromán, en el que curiosamente no hay nadie inhumado. Se trata de una familia de origen barbastrense que se instalaron en Daroca a principios del siglo XX y montaron aquí, en la calle de Santa Lucía, una fábrica de cajas de cartón e imprenta. Actualmente esa industria se encuentra en Calahorra y es una empresa puntera en su sector.
De granito gris oscuro con dos magníficos bajorrelieves en la cabecera representando a Cristo y a su Madre, la Virgen María, es el panteón de una conocida familia darocense, los Puente-Paniagua, ambos apellidos originarios de la actual provincia de Huesca.
Del mismo estilo, aunque en este caso en la cabecera figura serigrafiada la imagen de San Roque, con su perro, iluminado con una pequeña cruz. Corresponde a la familia Gracia-Sánchez.
Los hay que sin tener la consideración de panteón, descansan en el varias personas como es el caso de una sepultura de piedra, ya antigua en la que se encuentran varias monjas de la Orden de Santa Ana.
También de diseño de un miembro de la familia es el de los Martín-García-Lavilla, de granito claro con unas losas negras con los nombres de los que en el descansan, y en la cabecera una magnífica cruz de hierro, diseñada y construida para su padre por quien, lamentablemente, no mucho tiempo después pasaría a acompañarlo en este panteón.
Sin ser panteones, existen en el cementerio de Daroca grupos de enterramientos, principalmente en nichos, de distintos grupos familiares, como el de los Marcuello, con sus correspondientes entronques que se agrupan en varios nichos entre los siglos XIX y XX. Los Oseñalde, familia originaria de Villar de los Navarros y Aguilón, presentes en Daroca desde el siglo XVIII en donde ocuparon diversos cargos municipales en momentos históricos de la ciudad. Los Ferrán, comerciantes oriundos de Igualada que en el siglo XIX tuvieron sus negocios en Daroca y ocuparon importantes cargos municipales y provinciales.
Y aunque parezca una frase hecha, aquí no están todos los que son, pero si son todos los que están, y como siempre digo, el cementerio es un lugar, al que por supuesto hay que acudir con respeto, pero que es muy rico en aportaciones a la historia reciente de Daroca.