En Gallocanta no solo vuelan las grullas. Quizá en los últimos años, con la llegada de visitantes al entorno natural, las brujas sean menos asiduas o, al menos, más precavidas a la hora de dejarse ver a través de los prismáticos de los turistas. O quizá se reúnan solo en temporada baja, cuando saben que van a estar a salvo de los observadores. Sea como sea, llevamos varios años sin avistar ninguna, cosa que parece rara teniendo en cuenta la gran cantidad de leyendas y casos de hechicería que recorren la zona desde hace siglos.

Cuentan que brujas de todo Aragón, Castilla y Valencia llegaban en las noches estrelladas, volando con sus escobas como si de pájaros se tratase, pero algo desorientadas por el viaje y la velocidad. Allí, las mujeres se bañaban desnudas en sus aguas, a la luz de la luna, jugando con demonios y cantando y bailando un ritmo que el mismísimo diablo marcaba con unas tabletas.

Después de la orgía, el demonio pedía que le besasen en el culo, y las brujas, con gusto, se enfilaban para culminar la ceremonia. Las brujas continuaban su aquelarre hasta el amanecer, divirtiéndose mientras jugaban a la pelota. Esta no estaba hecha de cuero ni de tela, sino que se servían de bebés robados de las cunas para pasárselos entre chillidos y carcajadas. Con los primeros rayos de luz cogían sus escobas y regresaban a casa, como si nada hubiera pasado. Debían hacer esto antes de que cantase el gallo, ya que con el cacareo algunas brujas podían olvidar volar.

El caso más conocido de brujería en tierras de Gallocanta es el de Águeda de Luna. En febrero de 1527, en una conversación informal, le reveló su condición de hechicera a una amiga suya en Molina de Aragón, lo que acabaría siendo su perdición.

Águeda de Luna tenía ocho años cuando su bisabuela le enseñó a ser bruja. Aprendió a transformarse en gata frotándose un ungüento en la planta de los pies y en las axilas. Desde pequeña le divertía entrar así por las chimeneas e incordiar a los dueños de las casas con travesuras: removía platos, tiraba las cenizas por el suelo, apagaba el fuego, comía del puchero, etc.

Cuando se tumbaba en la cama también era capaz de separar el alma del cuerpo, yendo en espíritu donde le placiera mientras su figura descansaba.

Tras la confesión a su amiga, Águeda fue delatada y enviada a las cárceles inquisitoriales de Cuenca con tan solo quince años. Primero se desdijo, pero tras sufrir episodios de tortura decidió contar lo que los verdugos esperaban para poder salvarse el pescuezo. Dijo haber aprendido en Villel, a “diez leguas” de la Laguna de Gallocanta, lugar donde Lucifer, en forma de hombre negro, la llevaba volando para participar en los aquelarres.

Pero, ¿por qué Gallocanta? ¿Qué veían las brujas en este lugar? Puede que el hecho de que las aguas sean salubres también tenga algo que ver con este carácter místico. Quizá la presencia de numerosas especies de sapos y ranas tuviera algo que ver.

Estos animales siempre han estado vinculados a las brujas. Según la tradición de varios pueblos de Zaragoza, el Demonio entregaba un sapo a cada bruja como confidente, y estas le alimentaban dándole de mamar de un tercer pezón oculto. Además, esos animales pueden tener propiedades alucinógenas si se chupan al estimularlos.

Si buscamos una explicación más lógica, lo cierto es que no es casual la fama de la laguna como emplazamiento ‘maldito’. Se piensa que las brujas tienen la capacidad de producir tormentas, tal y como ocurre sobre los grandes entornos de agua. Antiguamente, se pensaba que todas las malas tormentas de la zona de Daroca, especialmente las granizadas y las eléctricas, se producían en Gallocanta. En el siglo XVIII ya definen este lugar como un sitio nocivo para la zona, lo que explica las ansias de los habitantes que la rodean por secarla a lo largo del siglo XX.

Si quieres más información al respecto, puedes consultar el libro “Huellas y conjuros por tierras de Daroca y Gallocanta”, de Alberto Serrano López. Para más información, puedes mandarnos un correo a secretaria@xiloca.com. Y tú, ¿conoces historias y leyendas como estas? ¡Queremos conocerlas!

Acércate, pregunta, curiosea.

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