“Devolvemos de alguna forma, lo que nos han transmitido. Es un diálogo entre la ciencia y la memoria de la sociedad de aquel momento”

El departamento de Ciencias de la Tierra de la universidad de Zaragoza ha investigado el terremoto ocurrido en el año 1953 en Used. El arduo trabajo realizado ha obtenido importantes conclusiones plasmadas en el libro y el documental que unen ciencia y memoria sobre este hito.

El movimiento sísmico de 1953 de Used ha sido la línea de investigación de uno de los grupos del departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Zaragoza, de José Luis Simón, catedrático en esta área, Alba Peiro y Guillermo Simón. Su trabajo ha unido la ciencia y la memoria contando con testimonios en primera persona, que han aportado un añadido a su investigación.

—¿Qué incluyen el libro y el documental de “El terremoto de Used 1953: ciencia y memoria”?

—Ambos son el fruto de un proyecto de investigación, financiado por el gobierno de Aragón, pero que tiene también un carácter divulgativo, y una faceta que podríamos llamar de ‘ciencia ciudadana’, ya que tiene una componente social, en la que la ciencia entra en interlocución con la sociedad. En este caso, con las personas que vivieron el terremoto en primera persona, que afortunadamente, todavía viven muchas y con buena memoria para aportar datos y testimonios de lo que fue su experiencia en aquel suceso importante.  Y por otro lado nosotros realizamos un análisis científico de lo que ocurrió, por qué ocurrió, así como el contexto geológico en el que pasó, o qué falla fue la responsable de ese terremoto. Con todo ello devolvemos, de alguna forma, lo que nos han transmitido; es un diálogo entre la ciencia y la memoria de la sociedad de aquel momento.

—¿Qué líneas se marcaron para obtener esta combinación?

—Parte del aspecto científico ya se conocía, dado que todos los terremotos con importancia como el de Used, se estudian de forma exhaustiva, como ya ocurrió en su momento con este, debido a los efectos que produjo. Fue registrado en los sismógrafos de la época, en el observatorio de Toledo, en el Fabra de Barcelona, y en el del Ebro de Tortosa, además de muchos otros. Aun así, lo publicado hasta el momento era muy poco, y había que conocer la perspectiva geológica, porque hay que saber el origen y fuente del terremoto. De ahí se derivan consecuencias como valorar el peligro sísmico que tiene una zona. Allí donde hay fallas activas, capaces de producir terremotos, sabemos que pueden ocurrir dentro de cientos o miles de años, pero no estamos exentos de peligro. Además, tampoco se habían estudiado otras consecuencias de índole geológica, como desprendimientos, o el del talud entre Velilla de Jiloca y Maluenda. Y por otro lado, marcamos lo social, para valorar la memoria que queda de ese terremoto entre los que lo vivieron, cómo lo recuerdan, la memoria que se ha transmitido a las siguientes generaciones, y qué repercusión tiene esa memoria en la percepción que tiene la población sobre el peligro sísmico.

¿Cuántos individuos han formado la muestra para esta investigación?

—Hubo dos partes. La primera, la que buscaba los testimonios de personas mayores que pudieran dar esas declaraciones y datos porque lo vivieron en directo. De ellas fueron 25-30 personas que tenemos registradas, algunas aportaron más, otras aportaron menos. A una media docena de ellas, fue a quien entrevistamos para el documental contando sus experiencias. Toda esa cercanía con la población, ha sido, a nivel personal, muy emotiva e interesante.    Y la segunda parte, a través de la encuesta en la que valorábamos la memoria que quedaba en todas las generaciones y la percepción de peligro. Llegamos a 200 personas, un poco menos de la mitad de la zona donde se sintió el terremoto, y el resto procedían de la provincia de Zaragoza y Teruel.

—¿Qué consecuencias arrojó este último terremoto destructivo de Aragón?

—Fue un terremoto con una magnitud media, de 4,8 en la escala Ritcher, y que ocurrió a una profundidad que pudo estar en 7 y 15 km, lo que significa que no fue un foco muy superficial. La intensidad de este movimiento sísmico fue también mediana, de 7 en la escala Mercalli, suficiente para producir daños severos y destrucción en algunas edificaciones, que igual no eran de muy buena calidad. Además, como consecuencia relevante, también dejó una víctima mortal, no producto del derrumbe directo de un edificio, pero sí de un ataque de pánico, en una chica joven de 19 años, que una semana después falleció a consecuencia de ello.

—En esta zona de la cordillera Ibérica existen tres fallas cercanas, ¿cuál fue la causante?

—Cuando existen varias fallas activas cercanas, no es fácil asignarle una en concreto, aunque no estamos completamente seguros, la responsable podría ser la falla conocida como la de Daroca, que sigue el valle del bajo Jiloca, hasta cerca de Calatayud, y que arranca en la zona de Calamocha. Este conjunto de dos fallas tiene indicios de haberse movido en tiempos geológicos recientes, que podrían ser varios miles o decenas de miles de años, por lo que existe una potencialidad, y es la que podría haber originado ese movimiento, e incluso podría dar lugar a futuros. Para tranquilizar a la población, deben saber que la idea que tenemos con los datos en la mano, es que esta falla se mueve una vez cada varios miles de años, por lo tanto la probabilidad de que ocurra es muy pequeña.

—¿Aunque la probabilidad de protagonizar un episodio sísmico es baja, ¿Cómo es el nivel de la percepción del riesgo existente entre la población?

—El terremoto se recuerda bastante. Plenamente por los que lo vivieron, mucho entre los hijos y siguientes generaciones, gracias a esa transmisión oral existe un mayor conocimiento en el entorno de la zona del epicentro. Pero también hay que destacar que esto apenas tiene incidencia en la percepción del peligro sísmico. Porque casi es igual, aproximadamente en la zona de Used y Daroca, que en el resto de la provincia de Zaragoza. Sin embargo, curiosamente, en la provincia de Teruel se tiene más. Se podría decir que tiene una mayor percepción, conciencia o sensación de ese peligro sísmico.  El motivo, quizás por cuestiones culturales, al estar más atentos a informaciones que hayan salido, etc.

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