Con la llegada de la normalización de la pandemia de COVID-19 vamos recuperando poco a poco los eventos sociales y culturales, y consecuentemente, las tradicionales romerías regresan a las ermitas de los montes más cercanos.
El motivo originario de cada una de ellas es el venerar a los santos que allí están. Cada primer domingo de mayo, el cerro de Santa Bárbara en Calamocha, reúne a numerosos vecinos que preparan con especial ilusión su receta de ponche o de paella. Esta cita tiene como tradición pedirle a la patrona, Santa Bárbara, agua y protección de los cultivos y tierras a las que rodea el “cerro”. Este agradecimiento es insuficiente en ocasiones porque hay individuos que no saben respetar el entorno, dejando hogueras encendidas, basura por todos rincones e incluso dañando los contenedores para recoger la basura.
Desde varios años atrás, se viene informando de cómo se encuentran las inmediaciones del cerro a primera hora del día siguiente de su celebración. Pese a mostrar deplorables y vergonzosas imágenes, año tras año se vuelve a repetir la misma escena. Afortunadamente, muchas personas recogen su parcela el mismo día o el siguiente, dejando el monte en el mismo estado que lo encontraron, e incluso mejor en algún caso. Acciones como esta nos llevan a poner en conocimiento el mal uso del medio natural en el cual pasamos un día increíble y lleno de anécdotas, con buenos momentos para recordar.
Si de manera individual, se recoge cada resto de basura que se ensucia y se deposita en los contenedores habilitados para este fin, se mantendrá el monte en su estado natural para poder disfrutar en él en futuras ocasiones. Además de ser un ejemplo claro de educación para los niños y adolescentes que predominan en esta celebración. Además, este pequeño gesto se traduce en el ahorro de dinero de todos, ya que las brigadas municipales deben dedicar varios días a dejar el entorno en perfectas condiciones y evitando futuros conatos de incendios en los que nos acordemos solo de Santa Bárbara cuando truena.