La calamochina Elena López, profesora en la Facultuad de Magisterio en la Universidad de Valencia, realizó su tesis doctoral sobre los hábitos deportivos de las personas trans

En la sociedad convivimos millones de personas, cada una de ellas con características diferentes. Para lograr una coexistencia pacífica y armónica, en la que se garantice nuestro bienestar, resulta esencial conocer y comprender las diferencias del resto de las personas.
Por desgracia, algunos colectivos vulnerados, como las personas trans, sufren numerosas discriminaciones, las cuales impiden su desarrollo personal y limitan su participación en los diferentes ámbitos de la sociedad.


Uno de los sectores donde encuentran gran cantidad de barreras es el deportivo, debido, especialmente, al fuerte binarismo de género que tradicionalmente lo caracteriza. Es decir, competiciones segregadas por sexo, vestuarios y aseos segregados por sexo, actividades físicas estereotipadas según sexo, y un largo etcétera que demuestra la rígida estructura que rige el deporte, dificultando así la participación de muchas personas.


Tengo la suerte de formar parte de un grupo de investigación de la Universitat de València, llamado AFES (Actividad Física, Educación y Sociedad), que se interesa y preocupa por la práctica de actividad física y deporte en poblaciones vulneradas. Uno de los proyectos que hemos llevado a cabo ha sido con población trans, el cual fue financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad en el año 2012. Dicho proyecto contó, finalmente, con la participación de 212 personas trans de todo el territorio español, que, voluntariamente y a través de encuestas y entrevistas, decidieron compartir sus experiencias en el ámbito deportivo.


Los principales resultados extraídos de sus respuestas indican que las personas trans participan más en actividades físico-deportivas individuales que colectivas, así como en actividades no organizadas, es decir, apartadas del vínculo federativo. Si tenemos en cuenta el largo proceso que las personas trans deben pasar hasta conseguir el cambio de nombre y género en el DNI, no es de extrañar que decidan evitar actividades donde la identificación es imprescindible para participar.
Otro de los aspectos problemáticos que encuentra este colectivo son los vestuarios. El malestar, la vergüenza y la incomodidad son algunos de los sentimientos que las personas trans perciben en estos espacios, provocando la no utilización de los mismos y, en consecuencia, evitando directamente la práctica.


En cambio, son bien conocidos los numerosos beneficios que tiene la práctica de actividad física para la salud y el bienestar de las personas. Más si cabe para las personas trans. Entre algunos de los motivos más indicados son el mantenimiento de la salud y la obtención de cambios corporales deseados.
Además, la práctica de ejercicio ayuda a acelerar los efectos de la hormonación y a paliar los efectos secundarios que pueden aparecer con dicho tratamiento. Por tanto, las personas trans sí que participan en actividades deportivas, pero lo hacen en aquellas donde se sienten cómodas y sin discriminaciones.
Conociendo estos resultados, debemos ser conscientes de la problemática existente y hacer un llamamiento a entidades deportivas, profesionales del ámbito, responsables políticos y a la ciudadanía en general, para que comprendan que el deporte no sólo es un derecho universal en el que cualquier persona puede participar, sino también una cuestión de justicia social.
Como profesora sensible a la temática, y junto a otras personas del grupo de investigación, en la actualidad estamos llevando a cabo unas prácticas inclusivas con alumnado de colegios públicos de la Generalitat Valenciana, a través de una actividad deportiva, la lectura de un relato sobre un chico trans y el debate posterior con una persona trans.
Con ello queremos visibilizar al colectivo, concienciar y sensibilizar, desde la base, sobre la importancia de aceptar y comprender la diversidad. Al fin y al cabo, las diferencias nos convierten en personas únicas.

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