Señor Virus:
Quería escribirle unas palabras para que me explique innumerables cosas que todavía no comprendo y creo que mis semejantes tampoco.
En primer lugar, me gustaría saber su procedencia, no sé si de China, de Alaska o de Japón; y tampoco sé en qué periodo de tiempo prefirió nacer porque supongo que esto sería un capricho suyo pensando en un horrible objetivo.


Supongo que, cuando decidió entrar entre nosotros, nunca llegó a pensar el mal que iba a causar, o quizás es tan maligno que ya vino con ese cometido.
Quería saber también el por qué de su existencia, si vino a traer bondad y una bruja perversa cambió su plan o si su fin era acabar con este precioso planeta donde vivimos. Da igual si vino de laboratorio, de una granja o un granero. El resultado no da igual.
Desconozco si será solo cuestión de humanos o también le apetecerá demoler el mundo animal o vegetal. ¿Por qué no? Considero que tendrá tanto poder que, si pensase en positivo, arreglaría el mundo en un instante.


Qué pena que tanta sabiduría se emplee en destrucción. Así, nos desconcierta, nos aterroriza y, lo peor, nos mata. El humano, por si tenía dudas, es débil y frágil y, aunque a veces parezca tener las llaves del mundo en una urna, demostrado queda que el hombre ha olvidado en qué caja están.
Si no le importa, le rogaría que desapareciera al igual que llegó, que ya tenemos estatuas, libros y miles de muestras, sinónimo de muertos que dejan su huella.
El planeta Tierra le hará una bonita despedida.
Y, allá donde vaya, le rogaría que cambie de actitud y deje amor y alegría en vez de muerte, ruina y desolación.


Hasta siempre.
O hasta nunca.
Una escritora que quizás hoy ya vive con usted.

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