Basuraleza

May 27, 2022

El mes de mayo de 2022 nos ha sorprendido con unas inusuales temperaturas más propias del tórrido verano, descolocando al personal que a zapilagreña ha tenido que recoger la ropa de invierno ante unos marcajes termométricos que no se daban desde hace más de medio siglo.
Este anticipo de verano, bien por causa del cambio climático o bien porque la climatología está loca como las personas, nos hace echar la vista hacia el nemoroso río de nuestros quereres como una solución de refresco para la bochornera, y excusa perfecta para salir de casa a redescubrir unos entornos que teníamos olvidados desde que se pescaba con trasmallo. La limpieza de los cajeros del Jiloca urbano, el acondicionamiento y apertura de nuevas sendas en ambas orillas han obrado el milagro para que los calamochinos volvamos a mirar a nuestro río, de la misma manera que los barceloneses lo hicieron hacia su litoral tras la construcción de la villa olímpica y remodelación del frente marítimo.


Hace apenas unas semanas, ante la inminencia del verano, traíamos por enésima vez a colación el lamentable estado del cauce donde las ovas aportan una imagen deplorable de suciedad, remansando botellas, plásticos, bricks y toda clase de porquería y, para colmo, la temporada de la anemocoria de los chopos que en pocos días llegará a su momento álgido, aportando una imagen aún mas gorrina cuando la pelusilla blanca se pose sobre las algas para disfrute de todo tipo de insectos, incluidos el mosquito tigre y la mosca negra, a punto de llegar a nuestras latitudes para desespero de los alérgicos al polen y propensos a las picaduras.


Que nadie espere que la Confederación Hidrográfica del Ebro venga a echar una mano en la higienización de este cauce fluvial cuando son otras las urgencias que tiene y cientos de kilómetros de río que están esperando en peores condiciones. Pero, del mismo modo que no conozco a ningún casero que se enfade porque el inquilino se tome la molestia y las cargas de arreglar los tejados, la CHE tampoco se enfadará si nuestro municipio toma la iniciativa de ayudarle retirando sin estropicios las ovas del trazado urbano, además de la Isla Tiberina junto a las Compuertas, como saludable vacuna para la calidad de las aguas porque hasta las truchas criarán más y serán más gordas. El tiempo apremia. Por eso, un email o una llamada telefónica bastaría para obtener el plácet de esta sencilla operación que debe acometerse de inmediato con recursos municipales para librarnos del sufrimiento de ver durante todo el verano una penosa imagen.


Y hablando de imágenes, nos hemos perdido hace apenas unos días el desemboinamiento de la fuente de la Plaza de España, que viene a suponer la llegada del buen tiempo con todo lo que eso significa, y no está ni medio bien que lo hayan hecho a tambor callado y sin avisar al vecindario cuando lo suyo hubiera sido echar un bando y obsequiar con unos canapés porque, por muchas fuentes famosas que haya por toda la geografía, una fuente con boina no la tiene cualquiera. Por lo demás, no hemos tenido sorpresas, seguimos a la espera de ver sustituidos los surtidores de los chifletazos por otros algo más amorosos, y los actuales llevados al lago del parque, en sustitución del géiser que un día tuvimos y que ahora lleva años en modo avión.


Y sin salirnos del parque, otro punto negro que puede quedar solucionado en media mañana es la escorrentía del manantial que, siendo lo más genuino de aquel frecuentado lugar, está congestionado de desechos y maleza, posiblemente a la espera de una nueva edición de Basuraleza, actividad que, por sus resultados y pedagogía, debería realizarse cada trimestre.
Con el verano a la vuelta de la esquina y con más de cien artículos quincenalmente publicados ininterrumpidamente a lo largo de los cuatro últimos años, voy a tomarme unas vacaciones a la par de dar un respiro a mis muy queridos sufridores. Chao.

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