Alfonso X el Sabio escribió una serie de versos para ser cantados, conocidos como “las Cántigas”, y las hay de distinta temática: De ingenio, de entretenimiento palaciego, de escarnio, de burla o mofa, para maldecir o desear el mal o para lamentarse de desgracias. Cántigas profanas y muy religiosas, especialmente las dedicadas a la Virgen María, con relatos milagrosos relacionados con Nuestra Señora, compuestos con un claro fin de difundir la devoción a la Virgen. Existen tres, documentadas con los números 27, 28 y 43, que se refieren a sendos milagros ocurridos en la ermita de Nuestra Señora de Salas, cerca de Huesca, y la última de ellas hace referencia a un matrimonio de Daroca, “villa al sur del Reino, próxima a la “tierra de moros”, que suplicó a la Virgen que le devolviese la vida a su hijo de siete años, fallecido recientemente. Pero detrás de esta súplica existe una historia ocurrida siete años atrás que cuenta como este matrimonio tenían una gran congoja al ver que su deseo de tener un hijo no llegaba a cumplirse.

En aquel tiempo era fama que en la mencionada ermita o iglesia se prodigaban milagros relacionados con la fertilidad y decidió entonces el matrimonio que acudirían a ese templo y pedirían a la Virgen que les concediese ese favor, y así lo hicieron.

Tras varios días de caminata llegaron al lugar, entraron en la ermita y oraron largamente a la Virgen. La mujer, entre sus rezos, prometió a la Señora de Salas que si tenía un hijo entregaría a esta iglesia el peso del niño en cera.

Volvieron los darocenses a su villa y en poco tiempo ella quedó embarazada, lo que supuso una gran alegría para el matrimonio. Más tarde nació un niño sano y hermoso que con el paso del tiempo se convirtió en un muchacho alegre y fuerte que pronto cumpliría los siete años. Sin embargo, su salud comenzó a quebrantarse a partir de unas fiebres, sin que se observasen síntomas de mejora, sino todo lo contrario, el niño fue empeorando hasta fallecer.

La mujer cayó entonces en la cuenta de que la promesa, que siete años atrás hiciera a la Virgen, había quedado incumplida. Comentó esta circunstancia con su marido y tomaron la decisión de volver ante la Señora de Salas a pedirle perdón, llevando el cadáver del niño con ellos. Cuatro días más tarde estaban de nuevo ante la Virgen de Salas con el pequeño muerto en los brazos del padre, mientras que su esposa sostenía un atado de tela que contenía una buena cantidad de cera de gran calidad, y se dirigió a la Señora diciendo “Vengo a ti, Gloriosa Madre de Dios, triste y avergonzada porque no cumplí mi promesa, al contrario que Tú, que nos diste un maravilloso hijo que ha sido la felicidad de esta familia”
Propuso incluso la madre a la Virgen entregarle su vida a cambio de devolvérsela a su hijo. Momentos después el niño comenzó a llorar, aturdido y asustado, mirando hacia los lados hasta que su vista se cruzó con la imagen de la Señora, y a partir de ese momento comenzó su semblante a mostrar felicidad con una radiante sonrisa que fue devuelta por la Virgen como devuelta le había sido la vida después de llevar seis días muerto.

Mucha gente del lugar, enterada del suceso, acudió al templo donde había sucedido el Milagro, porque querían ver con sus propios ojos este prodigio que su Virgen había obrado con esta familia de Daroca. Horas después los padres y el niño comenzaron viaje de regreso a su villa.

Pascual Sánchez. Desde Daroca

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