Al margen de los ideales de cada persona, a veces un colectivo se une para pedir o impedir algo que se considera justo. Ha ocurrido muchas veces en la historia y también la literatura ha reflejado este tipo de hechos. Algo así ocurrió en Bello durante la Semana Santa de 1936, cuando el pueblo decidió celebrar la procesión del Jueves Santo, a pesar de que en aquellos momentos esas manifestaciones religiosas estaban prohibidas por las autoridades.
Estos hechos los hizo públicos muchos años después, en una conferencia, el profesor Mariano Barrado, que había sido testigo directo, cuando de niño ejercía de monaguillo del cura de Bello y están incluidos en un libro póstumo de Jesús López Medel, “Memorias de mosén Jesús López Bello”, dedicado a su tío Jesús, párroco en aquellas fechas en esta localidad.
El caso es que la procesión dio comienzo a la hora señalada, encabezada por su párroco y seguida de una gran mayoría de los bellanos. Al pasar por la Casa Consistorial alguien recordó y comentó que en la carbonera del Ayuntamiento había un cuadro con un Corazón de Jesús que había sido retirado del salón de sesiones, y un pequeño grupo decidió entrar en el Ayuntamiento a pedirle al alcalde que les entregase el cuadro, con idea de colocarlo en algún lugar de la Parroquia.
La negativa del edil fue tajante, y al ser comunicado al resto de los participantes en la procesión, los ánimos comenzaron a caldearse y decidieron hacerse con el cuadro por la fuerza y un grupo más numeroso se encaminó hacia la Casa Consistorial, pero fueron detenidos por el cura, que de manera serena intentó calmarles, diciéndoles que no era necesaria la violencia, que él mismo entraría a pedirle el cuadro al alcalde con el convencimiento de que no habría de negárselo. Inmediatamente, don Jesús se dirigió al Ayuntamiento ante la mirada expectante y silenciosa de sus feligreses.
Pasados unos minutos, no demasiados, el silencio se rompió con los gritos de alegría de los bellanos al ver al cura salir del Ayuntamiento con el cuadro en sus manos, e inmediatamente propuso continuar con la procesión hacia la iglesia, donde sería depositado.
Los bellanos volvieron a sus casas contentos por haber podido celebrar la procesión y además haber recuperado el cuadro, sin embargo, horas más tarde se presentó en Bello una fuerza armada, bastante numerosa, que procedente de Teruel, vinieron al pueblo con órdenes de detener al señor cura, noticia que se extendió rápidamente entre el vecindario y en pocos minutos los alrededores de la Iglesia se encontraban repletos de bellanos, algunos de ellos armados, con la intención de defender a su párroco.
Los guardias se dirigieron a la Casa Parroquial, pero se encontraron con un muy numeroso grupo de gente que bloqueaban completamente la puerta. El jefe que mandaba la fuerza solicitó con voz enérgica que no impidiesen la labor de la Justicia o que se atuviesen a las consecuencias. Un hombre salió del grupo de paisanos y se acercó hasta el jefe de los guardias, y también con potente voz le dijo que si insistían en detener al cura tendrían que detener a casi todo el pueblo, pues estaba dispuestos a defender a su párroco a toda costa.
El jefe de la policía observó a esos varios centenares de personas con perplejidad y preocupación mientras estos comenzaron a vocear ¡¡¡A todos o a ninguno…a todos o a ninguno!!! Pasados uno minutos el jefe de los guardias ordenó la retirada y de manera ordenada sus hombres comenzaron a subir a los vehículos que minutos después abandonaban el pueblo.