Fuentes Claras y Villalba de los Morales son dos pueblos que se hermanaron desde tiempos muy remotos, hace casi 300 años, a través de la Cofradía de la Sangre de Cristo. Su fecha de celebración es el segundo domingo de mayo, la fiesta de los Penitentes. Al principio, los Penitentes de Fuentes Claras eran recibidos en el paraje del Santo, en la ermita de San Bartolomé, a la entrada del pueblo de Villalba. Con el paso del tiempo, esta ermita quedó inservible y como nunca llegó a restaurarse, la unión de los dos pueblos pasó a ocupar la parroquia de San Jaime y las calles de Villalba.
La Cofradía de la Sangre de Cristo de Fuentes Claras ha sabido conservar intactos gran parte de sus ritos y objetivos y adaptarse a todos los tiempos. Mi deseo es que esta festividad continúe siempre a pesar del fenómeno terrible de la despoblación. Villalba está habitada por muy pocas personas y todas bastante mayores, y pronto quedará vacía.
A las 9 de la mañana, las campanas voltean en Villalba indicando que los Penitentes ya están concentrados en la era de la entrada, junto al camino del cementerio, ataviados con los hábitos negros y austeros y cubiertas las cabezas por el tercerol. El listero hace el recuento. Llevan un pendón negro, un estandarte de la Cofradía, la banda de tambores y cornetas y las imágenes de Nuestro Señor de la Cruz, la Virgen Dolorosa y el Cristo Crucificado.
Los Penitentes empiezan a hacer la entrada con gran recogimiento y devoción. En el barrio bajo de Villalba, sus vecinos los esperan con la bandera de la parroquia, el Cristo Crucificado y las imágenes de San Pascual y la Virgen Pura. Esta bandera sale al encuentro del pendón. Ambas se hacen cortesías y se intercambian. Es un encuentro espiritual, algo mágico sucede en las almas de todos los presentes.
Y allí comienza una procesión hasta la parroquia, donde en las últimas filas están el sacerdote, los dos priores, el Cristo Crucificado y a su lado dos alumbradores. Se celebra una eucaristía donde se hacen peticiones, implorando sobre todo la lluvia que tanto hace falta para la cosecha.
Al terminar, el prior que organiza la fiesta invita a todos los asistentes a dulces y bebidas y una gran chocolatada que, con mucho mimo y esmero, preparan las mujeres fuentesclarinas. Una vez acabada la fiesta, los Penitentes y sus acompañantes regresan a Fuentes Claras y hacen otra procesión, para allí terminar el acto ceremonial.
Para los villalberos es una fiesta muy especial, de la cual todos se despiden esperando tener salud para acompañar a los Penitentes al año siguiente.
¡Viva Villalba, viva Fuentes Claras y viva los Penitentes!
María Pilar Bruna Lizama