A menudo presentamos en este Comarcal a darocenses considerados excelentes por una u otra razón. Hombres que nacidos en Daroca o no, han dejado huella en la historia de nuestra tierra. Uno de ellos fue sin ninguna duda Toribio Campillo Casamor, nacido en esta ciudad el 16 de abril de 1823 y bautizado el mismo día en la Iglesia Parroquial de San Juan de la Cuesta, de la que eran feligreses sus padres, Francisco de Paula, un villafelichino de noble cuna y su madre, Ceferina, darocense de la mencionada parroquia de San Juan.


Su primera formación la recibió en el colegio de las Escuelas Pías de Daroca, licenciándose más tarde en Derecho en la Universidad de Zaragoza, sin embargo su verdadera pasión era la Historia y especialmente la Archivística, perteneciendo desde 1860 al Cuerpo Facultativo de Archiveros y Arqueólogos, del que llegaría a ser un destacado miembro, así como en Paleografía, disciplina de la que dio clases mientras seguía formándose en la Biblioteca Universitaria de Madrid, y en 1875 fue nombrado catedrático de Bibliografía e Historia Literaria de la Escuela Superior de Diplomática, sin dejar su actividad docente y académica como archivero.


Otra de sus pasiones fue la poesía, de hecho se doctoró en Filosofía y letras con la tesis ‘Ensayo sobre poemas provenzales de los siglos XII y XIII’.
Conocido en los ámbitos culturales con el pseudónimo Agustín Casamor, en realidad su segundo nombre de pila y su segundo apellido, publicó diversos trabajos sobre la historia de las bibliotecas en España y dirigió la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos desde la que denunció en 1877 el mal estado del Archivo General de Simancas, llegando incluso a recomendar enérgicamente su traslado.
A pesar de residir y desarrollarse profesionalmente en Madrid, una gran parte de su obra está directamente vinculada a su tierra, especialmente a la Comunidad de Daroca. En 1871 denunció también el mal estado de los documentos históricos que se conservaban en Cariñena, recopilándolos y enviándolos al Archivo Histórico Nacional para su mejor catalogación y conservación. Sobre esta operación publicaría en 1915 una magnífica obra ‘Documentos Históricos de Daroca y su Comunidad’, en la que se incluía una transcripción del Fuero de Daroca de 1142.


Además de las obras ya mencionadas, Campillo dejó otras muchas como un práctico libro Índice alfabético de autores, el Cancionero de Pedro Marcuello, unas interesantes separatas sobre dos piezas de primer orden procedentes de Daroca y ubicadas en el Museo Arqueologico Nacional: La tabla central del retablo de la iglesia de Santo Domingo y la puerta mudéjar de la iglesia de San Pedro, así como un sinfín de artículos en revistas especializadas de muy variadas disciplinas como ‘La Alhacena de Jerónimo Zurita’, ‘La biblioteca del Doctor don Gabriel Sora’ o ‘Los esmaltes aragoneses’, ambos en 1879.
Se conserva en el Archivo Parroquial de Daroca una curiosa carta fechada en 1866 de don Toribio al arcipreste de Daroca advirtiéndole sobre la visita a esta ciudad de un anticuario inglés que estaba recorriendo España y sirviéndose de falsos argumentos y engaños compraba objetos arqueológicos y documentales de gran valor. En la misma le recuerda su disponibilidad en cualquier asunto relacionado con la rica documentación de Daroca.
Se consideraba a sí mismo conservador, y neocatólico, de hecho fue miembro de la Unión Católica. Dicen que el historiador y académico Eduardo Ibarra se refería a él como un “erudito de buena ley”.
Don Toribio falleció en Madrid a la edad de 77 años no cumplidos y a día de hoy es uno de los darocenses al que se le recuerda con una calle en su ciudad natal.

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