DESDE DAROCA
Pascual Sánchez

En una fecha indeterminada de los años 30, el poeta y escritor andaluz Rafael Alberti volaba en una avioneta desde Barcelona a Madrid en compañía de su mujer, María Teresa León, cuando de manera inesperada, a su paso por Daroca, una tremenda tempestad de nieve obligó al piloto de la pequeña aeronave a buscar una zona para realizar un aterrizaje forzoso lo antes posible y lo hizo sobre un campo completamente cubierto de nieve. La pericia y experiencia del piloto evitó una tragedia mayor al conseguir que la avioneta aterrizase sin males mayores ni graves destrozos en el aparato. Sin embargo, el susto de los ocupantes, según manifestaron más tarde, fue tremendo.
Desde la lejanía observaron la maniobra de la avioneta unos pastores que acudieron inmediatamente en socorro de los asustados tripulantes a los que ayudaron a salir del aparato precipitadamente por indicaciones del piloto. Pasados unos minutos, no demasiados, pues la temperatura era muy baja, estos pastores acompañaron a los viajeros hasta una fonda en la calle Mayor de Daroca, en donde unos y otros entraron en calor. Los pastores se despidieron de Alberti, de su mujer y del piloto, que por supuesto agradecieron repetidamente su intervención, quedando los viajeros en la fonda en donde permanecieron durante varios días, mientras mejoró el tiempo un poco, lo suficiente para que el piloto pudiese volver al avión para reparar los posibles daños sufridos. Alberti y su mujer aprovecharon para visitar la ciudad por la que callejearon, hasta llegar a la Basílica, en la que entraron y conocieron al cura. Días más tarde Alberti escribió sobre esta ocasional estancia en Daroca: “visitamos al cura y nos enseñó la magnífica Colegiata”, y añadía: “Daroca es una ciudad aragonesa rodeada de murallas romanas aislada y dura como un verso caído del poema del Cid” (sic). Gran poeta don Rafael. Pero la historia, según parece, no era su fuerte.
Tampoco comentó nada sobre si dieron las gracias a los Corporales, que sin duda el párroco les mostraría, por la suerte que tuvieron de contar con un experimentado piloto, capaz de aterrizar sin grandes problemas y de que aquellos lugareños les ayudasen para llegar hasta Daroca, campo a través y con una importante nevada.
En esta historia no se dice si el campo sobre el que aterrizaron se trataba de un campo de labor, sin más, o del Aeródromo Civil que por aquellas fechas existía en Daroca, que es lo más probable. El piloto, sin duda, tendría conocimiento de él y es allí donde decidió aterrizar.
La mayoría de nosotros hemos escuchado algo sobre la existencia de ese aeródromo cerca de Daroca, sin embargo solamente los ya muy mayores recuerdan que realmente existió.
El aeródromo estaba arrendado a las Líneas Aéreas Postales y se encontraba a 9 km de la ciudad, muy cerca de Retascón, sobre una pequeña elevación o meseta, con una superficie prácticamente cuadrada de 450 metros de lado y a una altitud de 779 metros, sobre un terreno bien acondicionado, apto para el aterrizaje de los aparatos de la época. Sus instalaciones eran muy básicas; no existían hangares ni otras dependencias, apenas una caseta, sin luz ni agua, en uno de los lados era todo, en cuanto a instalaciones se refiere.
Las marcas del campo para ser vistas desde las aeronaves se limitaban a una gran “T” en el centro y la palabra Daroca con letras de 17 metros de altura. Existían también unas marcas delimitadoras en las cuatro esquinas para mejor visibilidad diurna, sin embargo no había previstas marcas nocturnas por lo que es de suponer que ningún avión aterrizaría por la noche.

Comparte esta Noticia

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *