Hace unas semanas contábamos el robo sacrílego de la iglesia de San Martín del río. Lamentablemente aquel no fue un caso aislado, pues ocurrieron robos similares en fechas posteriores. Existen muchos más casos, pero me referiré hoy a los sucedidos en dos pueblos de nuestra actual comarca. En Romanos no fue uno, sino varios consecutivos entre diciembre de 1964 y octubre de 1965. En el primero de ellos desaparecieron de su iglesia dos tablas policromadas que representaban el Nacimiento y la Adoración de los Reyes, otras dos con representaciones de la Última Cena y la Ascensión, una imagen de 30 centímetros de la Virgen del Pilar y un rosario de la Virgen. Todo ello de la Capilla de la Virgen del Rosario. Y en el segundo, de la Capilla de San Bartolomé, una tabla policromada que representaba la Ascensión. Y como parece que no hay dos sin tres, en la madrugada del miércoles 20 de octubre de 1965 se llevaron cinco piezas de mediano tamaño, una tabla policromada que representaba la Resurrección, dos paneles policromados de la Capilla de la Virgen del Rosario y una tabla policromada que representaba a la Anunciación. En esta ocasión, la primera en darse cuenta del robo fue la maestra doña María Pilar Ariza cuando acudió con sus alumnas a la iglesia y la encontró abierta con claros indicios de haber sido forzada.
A poco más de 20 km., el 12 de julio de 1966 se produjo un singular robo en la iglesia de Valdehorna, en el que los ladrones buscaban los fardos de pelo natural que los feligreses donaban a la iglesia y que esta vendía, cuyo dinero sería empleado para construir un altar de piedra y adquirir nuevos ornamentos. Sin embargo, los amigos de lo ajeno no encontraron el arcón en el que se guardaban dichos fardos de pelo y decidieron desvalijar la caja de los donativos, que casualmente estaba bien repleta con una cantidad importante por los donativos de las fiestas. El párroco calculó la cantidad robada en unas 2.000 pesetas, que no había retirado el día anterior por ser una caja de dos cerraduras y la otra llave la tenía la Cofradía de la Virgen.
No obstante, en su infructuosa búsqueda de los fardos de pelo, los ladrones recorrieron varias estancias y en una de ellas encontraron una caja en la que había una bandeja con 17 pesetas de cobre y una peluca de pelo natural que suele ponerse a la Virgen de la Cabeza, que por supuesto se llevaron. El hecho fue comunicado inmediatamente al vicario de la zona y a la Guardia Civil que inició las pesquisas sobre los hechos y horas más tarde manifestó que no había sospechas fundadas sobre ninguna persona del pueblo, el cura, el sacristán o la maestra, que tenía llaves de la iglesia. Confirmó también la Benemérita que este tipo de robos de pelo natural era relativamente frecuente en esta zona, últimamente, y que muy probablemente fuese obra de una cuadrilla organizada con este fin, pero que al no encontrar lo que buscaban decidieron desvalijar el cepillo de los donativos. Que la “operación” llevada a cabo por los ladrones debió de ser en plena madrugada y de modo muy rápido, incluso precipitado, a juzgar por el desorden provocado y las monedas encontradas por el suelo, que se les caerían, bien de la caja de los donativos o de la bandeja que encontraron junto a la peluca de la Virgen. Los guardias interrogaron en los días siguientes a algunas de las cuadrillas de las que pudieran tener relación con el robo, pero sin resultado alguno.