¿Te has preguntado alguna vez quiénes eran “brujas”, por qué se les llamaba así y qué leyendas hay en nuestro territorio? En un primer momento las brujas podían considerarse seres fantásticos e irreales, pero a partir de la Edad Media las brujas se empiezan a asociar a personas reales. En general, son leyendas que toman como base un hecho más o menos real y van tomando cuerpo con aportaciones de carácter mítico.


La práctica de la magia y la brujería fue considerada un delito y perseguida en toda la Europa Moderna, afectando especialmente a las mujeres. ¿Qué se necesitaba para ser una bruja? En muchos casos con una simple acusación bastaba. Las acusaciones podían estar relacionadas con disputas entre familias y, además, solían estar alimentadas por una serie de estereotipos sociales acerca de lo que implicaba ser mujer. Tenían muchos votos para ser calificadas como brujas las viudas que vivían solas, aquellas que tenían fama de ‘gobernantas’, mujeres de mala reputación, o de poderosa y conflictiva personalidad… En definitiva, mujeres que escapaban de la norma.


El origen de este hecho acusatorio contra las mujeres parece tener su arranque en la época moderna, continuándose la costumbre hasta la época contemporánea. Un alto porcentaje de las mujeres acusadas estaban dedicadas a la práctica de la medicina popular y la obstetricia, al margen de la medicina considerada oficial y representada por hombres con un nivel social y cultural más elevado.
Las fuerzas sociales del momento colaboraban en la elaboración del mito, ya que (incluso en el mundo científico y teológico) reinaba la convicción de que la práctica de la brujería se relacionaba con la naturaleza femenina y que, por tanto, toda mujer era una bruja en potencia.
Pero, ¿había brujas en la comarca? Un ejemplo es la Tía Montona de Bañón. Su nombre real era Joaquina Royo Brosed. Murió a los 84 años y enviudó en tres ocasiones. A veces, acudía como comadrona, atendiendo en los partos de las vecinas y ayudando en lo que sabía. Tenía un cierto afán de predecir y adivinar el futuro, solía decir muchas cosas sobre lo que iba a pasar y en ocasiones se cumplían y en otras no (depende quién lo cuente).
Insistía en decir que el día que muriera “habría memoria”. Fue una predicción que se cumplió con creces y le otorgó una fama que se ha perpetuado hasta ahora. La vida de Joaquina se desarrolla en Bañón, como la de una vecina más, aunque con algunas características que la diferenciaban a ojos de los demás: era algo solitaria, chismosa y ‘peculiar’, andaba siempre prediciendo y alcahueteando en los portales y debió ser una mujer de mucho carácter. Toda una serie de antecedentes que hacen pensar que el calificativo de bruja le sería impuesto sin mucho miramiento.


Un día de 1906, Joaquina Royo enfermó y se fue a la cama. A las cuatro de la tarde, entró en coma y por esas horas el cielo comenzó a nublarse en Bañón, poniéndose de tronada y comenzando a descargar con fuerza: primero lluvia y luego granizo. Según su acta de defunción oficial, ese mismo día Joaquina moriría en la cama de su vivienda mientras la tormenta no cesaba en el exterior. Granizó con fuerza toda la noche y la gente no salió de sus casas (quizá por miedo a la tormenta o quizá por miedo a la premonición).
A la mañana siguiente, se comprobó que la tronada había sido grave. Campos destrozados, paredes derribadas, labrantíos con piedras… La tormenta aparece documentada en varias noticias de prensa de la época. La gente asoció las consecuencias a la Tía Montona, la que a partir de ahora sería la ‘bruja’ del pueblo.
En el Centro de Estudios del Jiloca tenemos un montón de investigaciones curiosas. Esta la hicieron Pilar Edo y José Luis Zorraquino. Si tienes curiosidad, puedes consultar la Xilocapedia o mandarnos un correo a secretaria@xiloca.com.

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