POR JESÚS LECHÓN
Dijo Paco, párroco de la villa, al terminar la misa de la fiesta del Santo Cristo bajo la calorina del mediodía sin sombra que nos amparase frente a los vacíos veladores del barrio bajo: “Recordar: celebraremos la novena. Y serán nueve días”.
A escape vine a pensar, tiene razón el mosén. Se llamen como se llamen, siempre la tienen. Los mismos días quedan de verano: el frío está ahí. Recordé las tardes de la niñez y las campanas y el mundo que va entre la primera y la novena. Caminando las abuelas con su silla por que la ermita se llenaba y la Moracha concluía: “Otra más y nos jodemos de frío. A cáscala con las misas se ha de helar el Santo Cristo. El domingo a las monjicas”.
Y muriendo septiembre en todos sitios se puede sentir más o menos frío. Es entonces cuando también llega otra clase de frío padecido en mayor medida por los agosteros que se joparon, aquel que nos trae la nostalgia y para el cual el remedio no es nada fácil.
Así que esa primera mañana y como tal dejé constancia en la crónica, en la que vine a sentir toda clase de frío: me puse manga larga, echado de menos la gorra y sobre todo el sol calamochino ha sido hoy 28 de septiembre a dos días de mi cumpleaños. Otro más y serán 55 con la vista puesta en una nueva reunión de los quintos nacidos en el 68 tal y como Conchita Puértolas nos ha propuesto. Al salir de casa he visto a los pies del título de cronista el disco que Manolo Gil me dejó en el Minino tras cascarle cincuenta mil vueltas, regalo de su autor.
Dejado a Sofía en el tren camino de la Universidad de Valencia y a Cecilia en el hospital para hacer prácticas, al quedarme solo y ver amanecer he dicho: esta es la mía. He apagado la radio y he puesto jotas. Camino del trabajo se me han pasado todos los males, ido las preocupaciones y olvidado el frío.
Su nombre es José Antonio Polo y canta jotas. Le ha echado un pulso al cielo y se ha ganado la gloria jotera desde la ribera del Ebro más allá de Aragón al Jiloca. Antes cantó boleros y hasta hizo sus pinitos en el mundo del rock como cantante de Los Jamid aquel grupo calamochino que amenizase las verbenas de su generación allá por los setenta. Este cronista puede recordarlos pues los vio tocar bajo el porche de la ermita unas fiestas del Santo Cristo en medio del frío. Incluso salían de gira por todo el país del Jiloca. Bien lo recuerda en Lechago el amigo Agustín Martín, donde con sus guitarras eléctricas triunfaron mucho antes que los Amics.
De entre todo el disco me quedo con su versión de S´ha feito de nuei la cual resulta absolutamente maravillosa. Sin palabras me dejo llevar y la escucho una y otra vez. Una obra de arte preciosa dentro de un disco extraordinario lleno de alegres acordes y voz cariñosa. Presa en Alcalá de Henares su misma voz necesita convertirse en la banda sonora de nuestros días de fiesta. Los cuales no nos engañemos cada vez son menos.
Constatado queda una vez más que los calamochinos somos dados a todo tipo de gestas, bien en el Tercio, bien entre Regulares y teniendo como tenemos casi todos de una u otra forma el apellido Pamplona en la familia, algo tendríamos que decir en el mundo de la jota navarra y dicho ha quedado por parte de José Antonio quien más allá de venderles el jamón les ha regalado un puñado de jotas sinceras.
Y ahora a ver si escucho lo nuevo de Sheva, el invierno es muy largo y la nostalgia acecha mientras aguardo a la coral.