
A lo largo de la Edad Media, la Comarca del Jiloca se convirtió en tierra de conflictos, impulsando el desarrollo de un sistema defensivo en el que vemos castillos, atalayas y recintos amurallados. Parte de los orígenes defensivos en los pueblos del Jiloca vienen del contexto de la reconquista cristiana, Alfonso I El Batallador inicio estas construcciones defensivas en las zonas que en ese momento podían ser un centro neurálgico del conflicto como eran los pueblos de Cutanda, Monreal del Campo y Singra.
No solo fueron pensadas para detener los ataques musulmanes, también los hipotéticos futuros ataque del reino de Castilla, ya que en esa época la relación entre estos reinos cristianos era muy tensa. En el futuro la creación de la comunidad de aldeas de Daroca favoreció el entramado defensivo de la zona, permitiendo coordinar los diversos esfuerzos de construcción y reparación de estos centros defensivos desgastados por las guerras y la pérdida progresiva de población por las epidemias y estas guerras.
Es durante los siglos XIII y XIV que el entramado defensivo de la Comarca del Jiloca fue puesto a prueba por los constantes enfrentamientos con el vecino castellano. Con los reyes Jaime II y Pedro IV se impulsaron los planes de reparación y crecimiento demográfico de las zonas jilocanas con el envió de recursos monetarios. El culmen y momento de más actividad militar fue durante la Guerra de los dos Pedros destacando las líneas defensivas en la zona del Jiloca que se dividían en dos: Los castillos del alto Jiloca y los del Campo de Bello integrados junto la segunda línea defensiva que estaba alrededor del pueblo de Monreal de Campo. Las guerras constantes siguieron hasta la llegada del rey Juan II al trono aragonés, con una paz definitiva con Castilla y llevando el foco de los conflictos a Navarra y el principado de Cataluña.
El abandono definitivo del sistema defensivo que había constituido una línea muy importante en el reino aragonés llego con el casamiento y unión dinástica del rey Fernando II de Aragón con Isabel I de Castilla. Como consecuencia del cese de hostilidades, los castillos fueron abandonados y hasta se mandó destruirlos, aunque varios nobles terratenientes mantuvieron algunos de estos como representación de su poder feudal.
No solo esta línea defensiva representa la importancia del terreno de la Comarca del Jiloca, sino que estas fortalezas subrayan la importancia de la adaptabilidad continua del sistema defensivo durante la historia de nuestro territorio. En estas tierras se vivieron tiempos de paz y tiempos de guerra o de epidemias afectando a la demografía por lo que las fortalezas fueron evolucionando según los tiempos que vieron.
Hoy en día estas figuras arquitectónicas son un testimonio vivo del proceso de construcción de la identidad de la Comarca y que estas viven en la memoria colectiva por un su implicación en el tejido social y cultural de sus pueblos.
Si queréis seguir indagando u conocer más datos curiosos, puedes consultar el libro; “Xiloca 37”, publicado por el Centro de estudios y concretamente el artículo; “El sistema defensivo medieval en la Comarca del Jiloca”, de Javier Tambo Moros.
Para más información, puedes mandarnos un correo a secretaria@xiloca.com. Y tú, ¿conoces historias y leyendas como estas? ¡Queremos conocerlas!
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