POR PASCUAL SÁNCHEZ

A menudo, en este Comarcal del Jiloca, presentamos a darocenses que han cruzado la línea del tiempo en el que vivieron entrando por méritos propios en la Historia. Le toca hoy el turno al escultor Gil Morlanes, nacido en Daroca a mitad del siglo XV, conocido como “el Viejo” para distinguirlo de su hijo del mismo nombre, también escultor y su principal discípulo.


Los méritos y las obras de este darocense son sobradamente conocidos, pero creo que nunca está de más recordar de vez en cuando lo importante que fue en su tiempo y la transcendencia de algunas de sus obras, lamentablemente no demasiadas, que han llegado a nuestros días, propias de un estilo que refleja el tiempo que le tocó vivir, el tránsito entre el gótico y el renacimiento.
Afincado en la parroquia de San Juan del Puente de Zaragoza llegó a ocupar el cargo de escultor del rey Fernando el Católico y fue un incansable artista durante casi cuatro décadas entre finales del siglo XV y principios del XVI, época en la que realizó grandes trabajos principalmente en piedra, alabastro y mármol, destacando entre ellos la magnífica portada de la iglesia del convento jerónimo de Santa Engracia de Zaragoza, en 1514, uno de los ejemplos más notables del renacimiento escultórico en Aragón.
Realizó los sepulcros de gente tan importante como los reyes aragoneses Fernando I y Juan I y el de Pedro de Arbués, así como el del Justicia de Aragón Juan de Lanuza II, para su capilla del Pilar de Zaragoza, hoy desaparecido.


Respecto a los retablos hay que señalar como más destacados o importantes el de alabastro de la iglesia del castillo-abadía de Montearagón, contratado el año de 1506 por su abad Alonso de Aragón para ese emblemático lugar en las proximidades de Huesca.
Actualmente puede contemplarse en la “Parroquieta”, Museo Catedralicio de Huesca, siendo la única obra de este genial artista que se conserva íntegra. O el de la capilla del Palacio de la Diputación del Reino de Aragón, en 1503, del cual solo se conservan dos escudos con las armas del linaje real de los Aragón, custodiados en el Museo de Zaragoza y el realizado en 1482 para la ermita de la Virgen en Villarroya de la Sierra, hoy desaparecido.


También la finalización del de la Catedral del Salvador de Zaragoza a partir de 1488, que había dejado sin terminar el maestro alemán Hans de Suabia.
En su faceta como arquitecto y decorador queda igualmente demostrada su maestría en sus trabajos para la bóveda del crucero de la catedral de Huesca en 1498 y su cargo de supervisor de las obras del cimborrio de la La Seo, que se llevaron a cabo entre 1505 y 1520.
Gil Morlanes contrajo matrimonio en dos ocasiones, la primera con Leonor de Cañada con la que tuvo siete hijos, el mayor, Gil, fue su alumno más aventajado y continuador de su obra.
Años más tarde volvió a casarse con Isabel Bernad de cuyo matrimonio nacieron dos hijas. Morlanes transmitió todo su oficio y conocimientos en arquitectura y decoración a su hijo mayor que le acompañó en sus trabajos, incluso en el último de ellos, la portada, ya mencionada, del Monasterio de Santa Engracia de Zaragoza, destruido completamente por los franceses entre el 13 y 14 de agosto de 1808, salvándose únicamente la portada, obra maestra y ejemplo de la plena introducción de las formas renacentistas en la escultura aragonesa.
Sin embargo Gil Morlanes no pudo verla acabada pues enfermó mientras trabajaba en ella y en poco tiempo le llegó la muerte, siendo su hijo quien la concluyó.

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