Putin lo ha hecho. Llevaba tiempo avisándonos de que podía hacerlo y finalmente ha comenzado a invadir Ucrania. Esta persona no ha sido capaz de ver la historia mundial y percibir la cantidad de sufrimiento que genera esa decisión, donde no hay ni ganadores ni perdedores, solo víctimas y muertos. Cuando las variantes y olas provocadas por el COVID-19 estaban dando un respiro, Europa dejaba de respirar por un momento, sintiéndote amenazada por la testosterona del líder ruso.
En una guerra siempre gana el más fuerte o el que sabe con quién juntarse o aliarse. A diario vivimos otros tipos de guerras, que no implican estallidos y bombas: comerciales, sociales, familiares o de amor. De todas ellas, la que más va a afectar a nuestro bolsillo es la comercial. Nuestra alta dependencia de sus recursos energéticos, unido al cierre de los mercados de materias primas y elaborados donde nuestro territorio es tanto su proveedor como su cliente, está afectando de lleno a nuestra economía.
Estos efectos colaterales ya los estamos pagando todos los días solo con encender una luz o desplazarnos con nuestro vehículo. A nuestra guerra se le unen otros problemas diarios como la lucha constante de nuestras localidades por seguir en pie. Para ello tenemos que cultivar el sentimiento patriota, promoviendo la instalación de proyectos en las zonas más pequeñas o en su defecto en la capital de comarca. Con estos efectos conseguiremos ganar esta particular guerra. Además, en nuestras localidades hay cabida para personas refugiadas que huyen de sus propias guerras. Aquí pueden desarrollar sus nuevas vidas junto a nosotros. Solidaridad no falta para poder admitir a estas personas que puedan tener una segunda oportunidad de desarrollar su vida con nosotros en estos territorios. Ya encontramos ejemplos en nuestras comarcas, como es el caso de una familia siria en Monreal del Campo, que buscó los recursos para reformar una vivienda, con el apoyo de los vecinos. Encontró un empleo que le permitió consolidar su situación familiar. Este es solo un ejemplo de cómo somos tierra de acogida y solidaria donde todos podemos caber y donde existen las oportunidades para poder vivir en paz.