Por Marlene Hernández

Ahí estaba yo a mis 17 años planificando mi boda con el que pensaba era el amor de mi vida. Dicha boda se llevaría a cabo a los pocos días de que yo cumpliera la mayoría de edad. Todo listo para ese gran día. El único inconveniente era que a mi madre no le agradaba mi novio, (moreno de piel, deportista de élite, 90 kg y 1.80 cm de altura, musculoso de grandes brazos, me levantaba con una sola mano). “EVANGELICO” de nuestra congregación, a pesar de eso, decidí continuar adelante (cabe decir que a esa corta edad yo era muy madura, con negocio propio y empleados a mi cargo y a punto de entrar en la universidad).


Una tarde me entero de que ese con quien formaría un hogar le dio una paliza de muerte a un joven disminuido psíquico de nuestro sector, solo por sospechar que le había sustraído algo del coche (y no era así). Esta acción de un supuesto hombre de Dios no es la correcta y eso hizo que yo decidiera cambiar la fecha de boda porque me sentía insegura de su actitud. Después de eso se engrandeció, cosa que hizo que sacara esa parte malévola que mi madre veía en él. Al decirle mi decisión, este me dió una bofetada y ahí vi el demonio que asomaba en sus ojos porque disfrutó cundo lo hizo.
Me alejé, aunque insistía en que volviéramos y que lo perdonara, cosa que no hice. Días después fue a mi universidad para hablar de las cosas que habíamos comprado.


TONTA YO me subí en su coche, sin hacer caso a mis amigos, que me decían que no lo hiciera. Minutos más tarde sentí como ese tipejo rompía mi nariz mientras conducía, y me gritaba improperios, y pegaba más y más fuerte, yo con 54 kg y 1.65 cm. De peso me defendía como podía, sin poder saltar del coche en movimiento porque íbamos por un elevado de varios kilómetros de largo, sentía cada golpe en mi rostro, mi espalda, cuando me agaché para desatar mis sandalias de tacón para poder correr en cuanto pudiera escapar de ese maldito coche. Yo también le pegué lo mas fuerte que pude, repetía TE MATARÉ… Incluso llegué a sujetar el volante y le dije NOS MATAREMOS LOS DOS (pensé si voy a morir en tus manos te llevo conmigo).
Escapé y encontré a mi ángel de la guarda, quien luego me llevó al hospital y a poner la denuncia en la policía, y estuvo pendiente de mí días después a pesar de mis paranoias. Yo no podía subir en la parte delantera de los coches, sentía su puño en mi cara, pasó mucho tiempo hasta que poco a poco y con mucha paciencia, miedo y su ayuda pude hacerlo.


Lo peor de todo es que mis padres me hicieron retirar la denuncia y sacarlo de la cárcel, (solo estuvo en prisión 6 horas). Con mi cara deforme, me dolía más la actitud de mis padres que los golpes (a veces el apoyo y la comprensión no viene de nuestras familas). Me despertaba dando puñetazos, patadas y gritando, así mucho tiempo sin ayuda psicológica. Mi Ángel fue lo mas parecido a un psicólogo y años después se convirtió en mi esposo y bajó la luna a mis pies.
Aquí, en nuestra comarca del Jiloca contamos con el apoyo del departamento completo de Bienestrar Social, compuesto por las Trabajadoras Sociales, la Psicóloga y el Educador Social y con recursos que en ese entonces no contábamos en mi país con la efectividad que aquí existe. En esta zona se dan cursos, charlas, talleres, etc. sobre prevención, ayudas para quienes han sufrido o están sufriendo algún tipo de violencia, aunque no sea física, y eso debemos aprovecharlo.

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