Por Jesús Blasco.

A los pocos días de ser destinado a Calamocha mosén Salustiano Escorihuela, le tocó oficiar su primer funeral con un vecino de la zona peirón bajo, y tal como era costumbre el grueso de los asistentes se dieron cita en la casa del finado, donde esperaban al cura y sus acólitos para entre rezos y cantos funerales llevar al muerto hasta la parroquia donde tendrían lugar las exequias. Mosén Salustiano era una persona corpulenta y de buena voz pero no contaba con las ancestrales peculiaridades de la localidad, donde un grupo de plañideras bastante gritonas solían apostarse tras el féretro haciendo gala de sus potentes pulmones a la vez de inaudibles los salmodiales de nuestro amado párroco que a esas alturas del recorrido con cara circunspecta por causa de las señoras, estaba más negro que el que se tragó el paraguas. Ya metidos en la calle Mayor, a la altura de la Balsilla, el mosén paró en seco a la numerosa comitiva, se giró, y en un castellano claro y rotundo que debió oírse hasta en la Cuesta de San Roque, se concaró con las de los decibelios haciéndolas callar para continuar el camino con un silencio cortante y sin que nadie se atreviera a  toser.

Lo saben bien los comerciantes, que un “aggiornamento” como el que  practicó don Salustiano, es bueno aplicarlo en cualquier momento si queremos avanzar y estar en sintonía con los tiempos. La existencia del tanatorio y los funerales allí celebrados por la pandemia han puesto en bandeja a quien tenga que tomar decisiones para seguir en la misma linea, y cumplir con el evangelio de san Marcos 12:18-27 donde dice que la Iglesia es de vivos y no de muertos,  y tambien con el Decreto de Policía Sanitaria donde se nos manda  que por salud “los cadáveres refrigerados solo podrán sacarse de las cámaras para su conducción inmediata y por el medio más rápido al cementerio sin que en ningún caso durante el itinerario puedan establecerse etapas de permanencia en locales públicos o privados”.

Nuestra Villa llegó a afianzarse como capitalidad comarcal allá por los años sesenta gracias a que nuestros predecesores tenían un sentimiento innovador, la piel de los emprendedores y  la mirada puesta en el futuro, valores que ahora escasean entre ocurrencias inmovilistas que parecen retornarnos a los tiempos de Atapuerca. Y ya ni te cuento sobre el paseillo de la parroquia al cementerio por dirección contraria, a pie tras el coche mortuorio, cortando la carretera nacional e irrumpiendo nada menos que en el acceso a la autovía como si estuviéramos rodando una película de Berlanga bajo el guión de don Camilo y el honorable Pepone.

Unir capilla y vestíbulo del tanatorio mediante una puerta fuelle y adecentar para cuando la afluencia sea masiva el diáfano sótano del complejo funerario  equipándolo con un circuito de TV, podría ser una buena solución. Como buena solución sería tambien la existencia de un foso cinerario para quienes en vez de ir al monte opten por verter de manera anónima y gratuita las cenizas de sus deudos.

Aunque sorprenda son precisamente los cementerios donde más se siguen las modas y donde más se innova; las mayoría de las veces se legisla tarde y mal, muy por detrás del ritmo de los tiempos, porque quienes tienen que apretar el botón viven en la nube, sin tomarse la molestia de perder algún rato por aquel lugar entre cipreses y menos la de hacer un cálculo mental sobre una futura ampliación del recinto.

Tal como apuntan las cosas lo de ampliar es algo que va para muy largo, dado el auge que toman las incineraciones y la tendencia de refundir en un solo nicho las cenizas de toda la familia, circunstancia que se vería acelerada con unas tasas acordes y una ordenanza actualizada. De cualquier manera aprovechando la informatización que se está realizando del cementerio todo apunta a que estamos en un momento idóneo para dar un salto cualitativo que no podemos permitirnos desaprovechar pese a las dificultades que son muchas.

Y ya de paso, con la festividad de Todos los Santos a la vuelta de la esquina, y careciendo nuestro cementerio de los Hermanos Fossores de la Misericordia, no estaría de más que la Brigada de Limpieza diera una cepillada a esas lápidas que nadie cuida, y más adelante ya hablaremos de mantenimiento y de las mal llamadas tumbas a perpetuidad y de todo lo que sea necesario porque en esta hectárea hay tema para rato.

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