COSA DE TODOS

Mar 16, 2022

POR JESÚS BLASCO

Volver a poner el coche en marcha tras dos años parado en el garaje requiere algo de perseverancia y algún empujón, preocupación ampliamente compartida en el mundo cofrade jilocano, que a causa de la pandemia ha tenido que guardar la imaginería en cocheras, y con todo el aparato procesional en paro a la espera de buenas nuevas.

Por fin, tras el tiempo navideño, se anunciaba desde el Obispado junto a las Autoridades Sanitarias la autorización para ir volviendo a la normalidad de manera cautelosa dando paso a una Semana Santa como la de siempre, salvo imprevistos. Y en esas estamos, andando de preparativos, y con una tarea sobrevenida a las direcciones de las cofradías que a su trabajo habitual van a tener que aplicar la parábola del Buen Pastor dedicándose a la replega de los cofrades dispersos, para que nadie falte a la cita anual como primera obligación estatutaria de llevar la religiosidad y el evangelio a nuestras calles.

Entre los terceroles y capuchones los hay que cuentan los días con ganas redobladas a la espera de participar, y los hay tambien en una inmensa mayoría que se encuentran en estado de calma chicha tras la tormenta, a la espera de continuar y reemprender la costumbre de toda la vida, y sin embargo también vamos a notar las ausencias de aquellos que la pandemia se ha llevado por delante además de los que han quedado en un estado cuasi convaleciente, que aún habiendo superado la enfermedad siguen sufriendo las secuelas y muy a su pesar su participación en este año de tránsito será de contemplación desde la acera.

La Semana Santa calamochina del 2022 se está organizando con más esfuerzo que otras veces y con la preocupación latente por una posible falta de asistencia de público y cofrades en las procesiones, especialmente de aquellos que en los dos años precedentes y libres de obligaciones optaron por cambiar de ambientes. Sería una pena que lo que tanto costó levantar lo comenzáramos a dejar de lado cuando hace más de cuarenta años salvando innumerables barreras fuimos capaces de sorprender a todo Aragón con una Semana Santa de las de siempre pero actualizada,  muy digna, con pedigrí propio, donde encajan a la perfección la solemnidad, la austeridad, y el silencio, y sobre todo participación ciudadana con un pueblo volcado donde no había casa con algún familiar participando.

Con demasiada ligereza se nos llena la boca presumiendo de pueblo sin pararnos a pensar que en cada logro, en cada meta conseguida hay detrás un equipo de personas dejándose la piel, que están  aportando para que el proyecto común llamado Calamocha lo sigamos construyendo en nuestro día a día. Obras son amores y en poco más de un mes los que llevamos a gala un gentilicio tan chocante quedaremos  retratados no muy guapos, si en vez de hacer planes no nos tomamos en serio la importancia de la participación de cada uno de nosotros junto a nuestras cofradías. Es un año crucial y el arranque es cosa de todos.

Con el programa semanasantista a punto de salir y dentro de las novedades que la liturgia permite, podríamos decir que viene cargado y fuerte con la participación en el pregón de arzobispo emérito de la sede cesaraugustana monseñor don Manuel Ureña, Mari Carmen Julián presidenta diocesana de Acción Católica para la procesión del Cautivo y la salida excepcional de la imagen del Santo Cristo del Arrabal al coincidir con la prórroga del Año Santo Jubilar, acontecimiento que se produce catorce veces por siglo.

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