
EL TULIPÁN NEGRO
Una condecoración, en sí, es una insignia, medalla, medallón, collar, etc., que se concede a determinadas personas o instituciones para distinguir y honrar su trayectoria científica, política o social.
Hace mucho tiempo que existen, ya fueron concedidas por griegos, egipcios o romanos en atención a los méritos ante la patria, estados o imperios.
Normalmente esas condecoraciones se conceden al final de una larga trayectoria de duro trabajo y, en vista de los méritos de la persona o institución que los recibe, ahí están los Premios Nobel o los Premios Príncipe de Asturias, se reconoce la labor de los premiados en ámbitos, culturales, científicos, deportivos, etc.; desde luego recibir un premio de ese tipo es todo un honor y orgullo para el que lo recibe y también para quien lo otorga, pues está en su responsabilidad acertar con el galardonado.
Esa responsabilidad hace que el premio que se otorga se someta a un expediente de control, en todo caso muy exhaustivo, en atención precisamente a esos méritos que se quieren reconocer, desde el inicio o andadura del trabajo y aportaciones realizadas a la sociedad en general por el buen trabajo realizado y su aportación a la sociedad, valores, trabajo, esfuerzo personal o de grupo, etc.
El problema está en el momento en que se recibe, en unas ocasiones porque ni siquiera el galardonado está presente para recogerlos, ya ha fallecido o se condecora a título póstumo.
Tenemos ejemplos bastante cercanos, recuerdo cuando nuestro querido José Antonio Labordeta fue condecorado.
Por cierto, opino que nunca mandó “a la mierda a nadie”, lo que les dijo es que eran un pesados, a veces los aragoneses nos expresamos así.
Se le entregó “en su casa” la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio; un reconocimiento que el Gobierno le entregó por su sabiduría, su pasión, sus convicciones y su defensa de la libertad, también se le concedió la Medalla al Mérito en el Trabajo.
Eso ocurrió un 6 de septiembre de 2010.
Desgraciadamente nuestro político y cantautor y profesor y fundador del PSA, etc., falleció el 19 de septiembre de 2010, trece días más tarde.
En fin, que cuando te homenajean hay que empezar a pensar qué viejo soy o qué pronto voy a dejar de existir, salvo raras excepciones.
Hay gente que con una trayectoria política, conocida a nivel mundial desde hace unos pocos meses ya recibe medallas.
Vean el caso del reciente presidente argentino, que ostenta esa responsabilidad desde el pasado 10 de diciembre de 2023 y que ya el 21 de junio de 2024 recibió la Medalla Internacional de la Comunidad de Madrid.
No se trata de poner en duda los méritos del presidente argentino que sin duda los tendrá, y que se habrán puesto de manifiesto en el expediente tramitado por los Servicios de la Comunidad Autónoma de Madrid en el que se habrá acreditado que sus aportaciones en materia social y económica, por ejemplo, han sido merecedores de tan distinguida condecoración, no ya como Presidente de una Nación, pues hace poco tiempo que ostenta esa responsabilidad, sino por su trayectoria.
Creo que sería conveniente que, en esto de medallas y condecoraciones, nos diéramos más prisa en su concesión, para que no sea al final de la vida cuando se entreguen y en lo posible evitar su concesión a título póstumo, que ya no le hace ninguna gracia al condecorado.