El calamochino ha estrenado en el festival Rizoma de Madrid su nueva filme ‘Somewhere Over the Rainbow’, del director Gwai Lou y rodada íntegramente en Filipinas. El productor aspira ahora a proyectarla en otras salas cinematográficas, algunas tan modestas como la de su propio pueblo
Quién escribe estas líneas admite no ser totalmente objetivo en este momento. En primer lugar, porque va a hablar principalmente de sí mismo, algo que suele complicar la tarea. En segundo, porque lo hace con una buena resaca emocional tras el episodio vivido hace unas semanas.
Dado este aviso al lector, puedo pasar a contar este relato. Soy Eduardo y, aunque no nací en Calamocha (llegué a los dos años de edad), a día de hoy y después de 10 años viviendo de nuevo en Zaragoza, cuando me preguntan de dónde soy, digo que soy de allí, o de aquí, depende desde cómo se mire. En definitiva, que soy de Calamocha.
Por eso, cuando en el marco del estreno de mi segunda película (de lo que ahora os contaré más) pensé dónde o a quién podía contarlo, mi pueblo no pudo faltar (aprovecho estas líneas por agradecer a El Comarcal la oportunidad).
El pasado mes de noviembre tuve la suerte de estrenar dentro de la programación del festival de cine RIZOMA mi segunda película como productor, Somewhere Over The Rainbow, del director Gwai Lou. Esta película fue un proyecto que grabamos en Filipinas antes de la pandemia y cuyo rodaje daría para una película extra (o acaso una serie, ahora que son el formato de moda).
La película, grabada en un estilo de “guerrilla” más cercano al documental, nos acerca una historia universal a ritmo de thriller. Acompañaremos a Sancho en la búsqueda de su amigo Alonso, motivo por el cual fue a Filipinas buscando la tierra prometida y motivo por el cual ahora no puede marcharse. A estas alturas de la película seguro que algún lector avispado/a ha cogido la primera referencia de muchas, pues la peli es un homenaje al cine negro clásico en estructura y ritmo narrativo.
Cuando realizamos esta película no sólo queríamos contar la historia de Alonso y Sancho, ni siquiera era lo que más nos importaba contar. La situación de un país con muchísima pobreza, plagado de turismo sexual (hombres blancos viajando con su dinero occidental para poder, literalmente, comprar sexo) y con un problema de delincuencia y corrupción institucional brutal sirven de escenario en esta historia. Todo lo que el espectador ve en pantalla es lo que nosotros nos encontramos. Las localizaciones, figuración, atrezo y decoración… son el día a día y la realidad del país. Habiendo realidades tan complejas, interesantes y necesitadas de altavoz, ¿para qué íbamos a inventarnos otra?
De Calamocha a Manila podría ser el título de mi propia historia, en la que las ganas de crear y conocer mundo sirven de acicate. Cabe una reflexión precisamente sobre esta necesidad inherente al ser humano que es la creatividad.
Personalmente, me considero una persona bastante nula en las artes; no se me da bien cantar, dibujar, bailar ni la fotografía. Por eso, encontré mi hueco en la producción, algo que podríamos definir como el arte de hacer que, aquellos que verdaderamente lo tienen, puedan mostrarlo.
Mi papel en esta película fue el de organizar y conseguir que llegara a buen puerto, algo que puedo considerar realizado si puedo plasmarlo en este artículo. Ver la película en pantalla grande fue algo muy cercano a sentirse realizado profesionalmente, algo por lo cual también me siento muy feliz y agradecido.
Os animo a todos/as a permanecer atentos: Madrid está muy bien, pero aún sería mejor poner la película en el cine de mi pueblo.