PILAR ORTEGA
Autora del relato presentado al concurso de Relatos
de la Fundación ”la Caixa” y Radio Nacional de España

Techos encalados, por los Hermanos Rando, Pepe y Donato, pintores de brocha gorda.
Tapices, lienzos, cuadros hermosísimos pintados por el maestro José Luis Sancho y alumnos, entre ellos destacan los de Reme Agustín de La Rosa del Azafrán con sus frescas gotitas de rocío mañanero y el del oro rojo ya esbrinado en su plato sobre su cesto de juncos.
Nuestras mujeres antes solo guisaban caldereta y rancho, ahora tienen fogón, variando el menú, croquetas, albóndigas, empanadas, etc, los enseres de ultramarinos nos los trae a domicilio El Calamochino.
Mis hijos y otros van a la escuela de San Miguel en las propias eras, les caen cerca y ya saben leer y escribir.
En el taller de costura preparan los mejores trajes dirigido por María y Mari Carmen, modistas expertas en cáñamo agranado, este teñido en vivos colores, elaborados de plantas de aquí y de allá y de lengüetas de la rosa del azafrán.
Antorchas de hierro forjado, luz chispeante, universo en estrellas saltarinas, salidas del fuego al golpe del yunque por las manos de los Hermanos Layunta, fragua de la cuesta que también nos hierran los caballos y yeguas.
Los miles de estantes de pura madera cortada de los chopos cabeceros, éstos enclavados en las rieras de las Cuevatillas, todo perfecto para ellos carpinteros de tradición heredada, apellidándose Chopo.
Vivimos felices pero nos falta lo principal para serlo del todo.
Por fin llegó la segunda semana de junio, era sábado, bien lo recuerdo.
Nos pusimos los mejores trajes. Caballos cerro abajo, cantes, dances chicos y grandes.
-¡Que viene el Cid!
Lo recibimos con el honor que se merecía.
Se ha quedado maravillado de la grandiosidad de la casa de la Biblioteca. ¡Espectacular!
Nos ha dado las gracias mil por el acierto del asentamiento, lo esperábamos.
Había que apadrinarla ponerle nombre de acuerdo con los José Manueles y vecinos, la llamamos la Raja Biblioteca Medieval.
Enfermo, fatigado, esta casa lo tenía todo para sanarlo pronto. Doña Gimena estaba ayudando para que así fuera.
Las espadas tanto Tizona como Colada estaban solo para enseñar.
Babieca descansaba con los caballos compañeros de galopes bajo los grandes azarollos.
Todos juntos hacemos pueblo aprendiendo tradiciones como la noche de San Juan llena de armonía, cardos y flores e ir de madrugada mozas y mozos a lavarse la cara al río Jiloca antes de salir el sol.
José Manuel Lázaro trabajaba en Monreal del Campo nos invitó a conocerlo.
Ahora puestos en el camino nos entró la nostalgia de ellos, yendo por unanimidad hacia Valencia.
Dejando atrás grandes amigos, la casa, la biblioteca, el saber, con lágrimas en los ojos les decimos hasta el año que viene, volveríamos a celebrar la fiesta prometida que en nuestro honor se iba a celebrar.
Dando todavía más si cabe al pueblo el nombre de El Poyo del Cid.
La Biblioteca Medieval La Raja vivirá a través de los siglos por eso no dejéis de visitarla, del oír de sus gentes que con su sacrificio la hicimos posible.

Gracias a los que me leáis.

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