
DESDE DAROCA
Pascual Sánchez

Comenzamos este nuevo año, 2025, deseando a todos los lectores de El Comarcal del Jiloca que sea lo más venturoso posible y en el que sigamos encontrándonos quincena tras quincena recordando “cosas” de Daroca y de su entorno.
A lo largo del año anterior y de los anteriores, que ya son unos cuantos, hemos escrito sobre diversos temas de la actual comarca de Daroca con sus 35 pueblos y de su Arciprestazgo con 29 parroquias. Hemos contado hechos relevantes, religiosos o no, personajes, curiosidades, diversos linajes, tradiciones y leyendas, etc… De esto último, de tradiciones y leyendas han sido unas cuantas las que han aparecido en este Comarcal en los últimos años: el Caballero del Temple, el Caballero Misterioso, el Hombre de Piedra, el Extraño Peregrino, el Torreón del Jaque, leyendas de amores y de traiciones, algunas basadas en hechos reales, otras totalmente imaginadas por anteriores autores, completamente inverosímiles algunas, muy creíbles otras, etc.; sin embargo, es tan amplio el repertorio de este tipo de relatos que han arraigado en esta tierra nuestra, que todavía quedan algunos que poco a poco iremos recordando aquí.
Quiero empezar el año con una leyenda que quizá no es de las más conocidas de Daroca, pero no por ello menos interesante. “El Ecce Homo”, tradición ya recogida por el padre Beltrán en 1929 en su libro sobre tradiciones y leyendas de Daroca, que cuenta cómo durante una de las Guerras Carlistas que asolaron nuestra tierra, pasaba por Daroca una partida de bandoleros, convertidos ahora en soldados voluntarios de la causa liberal, mandados por un sujeto, bastante malvado, apodado “El Catalán”, posiblemente por ser natural de aquella tierra. La partida era conocida como “los chavales”, nombre quizá no muy apropiado para esos hombres famosos por sus métodos violentos y cuyo lema era “sin Dios ni Ley”.
Se encontraban rapiñando en una huerta en las inmediaciones de la ermita del Carmen, a una media legua de camino de la ciudad, cuando observaron que allí cerca había una capilla presidida por un Cristo atado, el conocido en la iconografía como “Ecce Homo”. Se acercaron los soldados a ella con risotadas, burlas y blasfemias hacia la imagen, llegando incluso a escupirle. Y no contentos con eso dispararon sus fusiles contra el Cristo, dejando la imagen bastante maltrecha, con las piernas completamente destrozadas.
Enterados en Daroca del hecho, dieron aviso a una patrulla de soldados carlistas que se encontraban en la ciudad y que andaban tras ellos desde hace semanas por sus continuos desmanes. Estos salieron inmediatamente en persecución de la cuadrilla, dándole alcance muy cerca ya de Calamocha. Los carlistas les dieron el alto, que fue respondido por los liberales con varios disparos, cayendo malherido un soldado carlista. Se estableció entonces un intenso tiroteo entre ambos grupos durante bastantes minutos, hasta que finalmente cayeron muertos todos los liberales, excepto su jefe, “El Catalán”, que quedó herido, aunque no de gravedad.
Los carlistas lo detuvieron y atado lo llevaron hasta Daroca, a ratos arrastrándole por el camino, increpándole y reprochándole su comportamiento con “El Cristo del Carmen”, así conocida esta imagen del “Ecce Homo” por los vecinos de Daroca, y de gran devoción en la ciudad.
Muy cerca ya de Daroca, justo al lado del lugar donde este despiadado catalán y su cuadrilla habían perpetrado el infame hecho, acabaron con su vida a bayonetazos, echando luego su cuerpo al río Jiloca como si de un perro muerto se tratase.
Tras este suceso, los darocenses repararon artesanalmente la imagen del “Ecce Homo” y desde entonces se le tiene aún más devoción en la ciudad, y en su capilla hay siempre una lamparilla encendida.