Rosa Machín
DOMINGO, 3 DE NOVIEMBRE.
Son las 18:00 horas. Llega la llamada esperada. El 112 nos dice que adelante, que ya podemos bajar para Valencia, todos los permisos están en regla y organizados por la UAGA. Pido los míos correspondientes, de momento para un día. Ya iremos viendo lo que vaya después. Que nos toca Catarroja. Decisiones y movimientos encadenados. Tractores y bañeras a revisar, preparar, materiales de la lista en orden. Envío mensaje en el grupo de Gallocanta. La gente de verdad, se mueve rápido. Acuden con las cosas que tenían por casa, es domingo. Generosidad de gente buena. Aunque haya prioridades, casi todo sirve, digan lo que digan los medios. Donaciones recogidas, bajadas a Calamocha en coche y organizadas en el remolque cuando llega por la noche.
LUNES, 4 DE NOVIEMBRE.
Son las 6:30 de la mañana, el motor del tractor de José Antonio, aparcado en la puerta de nuestra casa en Calamocha, arranca mientras ya llega Jorge desde Gallocanta con el suyo. Y para allá salen, tío y sobrino. Maquinaria potente, grande. Más lo son sus corazones.
Un rato después llega a mi casa el resto de nuestro equipo para recogerme. Vienen desde Huesca. Ocho agricultores y una joven veterinaria que apuesta por el mundo rural. Una pickup, una furgo, una góndola con dos tractores y otra góndola con un tractor con traílla. Algunos de nosotros aún no nos conocemos. Será un viaje en el que nos conoceremos a fondo. Esto se queda ya para siempre. Ser Equipo es difícil. No pasa con cualquiera. Es algo que yo vivo de un modo especial desde que vivo en contacto con la UAGA. Una familia grande de personas diferentes que se valoran, se respetan y se aprecian y, si no, mejor se quedan fuera.
Atravesando Valencia, no vemos nada diferente a un día normal. A la salida, empieza a cambiar todo. Ríos de gente, mayoritariamente jóvenes pero también muchos de mayor edad. Todos caminan torpes. Hay ríos humanos hacia dentro y otros que vuelven. La torpeza no impide la decisión en su andar. El barro, a muchos, les llega por la cintura. Las botas de agua, los plásticos en las perneras del pantalón, las palas, los rastrillos, los cubos de agua, los carros de compra con los bocadillos que han preparado,.. y empiezas a ver cómo está todo.
El agua no perdona. La lluvia puede ser lo mejor y lo peor de esta vida. Hace un rato ya que todo se ha vuelto marrón. Café con leche pero amargo. Como un chocolate amargo pero sin el chocolate. Amargo del que te deja la boca seca. Por muchas veces que tragues saliva. El corazón se arruga. Los coches chafados están por todas partes. Y bomberos y UME están revisando uno por uno. Hay muchos ya apilados pero quedan otros tantos, cientos, miles,.. no sé. Todo es barro, lodo, suciedad, escombros,… Hay mucha gente, poca normalidad.
Dentro de la pickup se ha hecho el silencio. Todavía es pronto. Imposible saber qué te vas a encontrar. Hay que ir preparándose. Llevamos de todo: botas altas de agua, monos, mascarillas , herramientas grandes y pequeñas, alimentos y ropa para unos días, un botiquín pequeño, lejía,desinfectantes,… y cosicas ricas con las que la gente agricultora sabe alimentarse y prepararse para lo que haga falta. Unidad, unión, familia. La chispa de Equipo ha prendido ya entre nosotros. Haremos lo que nos pidan si está en nuestras manos.
Las góndolas han llegado a la vez que nosotros. Vehículo delante, las dos en medio y nosotros detrás. Las carpas amarillas del 112 quedan más adelante. Hay que ir andando. Ponemos los monos, las botas y cogemos los materiales. Nos explican la situación, nos dan los planos. No queremos comer ni beber nada. Vamos con muchas ganas y preocupación.
Al entrar en el pueblo, los coches no pueden llegar, hemos entrado andando. Es todo un terrible caos. No hay un minúsculo trozo que no sea marrón. Ni en el suelo, ni en la ropa de la gente, ni en las fachadas, ni en los vehículos, ni en los jardines, …. Está todo inundado, lleno de lodo, de fango y barro. En algunas aceras se han despejado los portales y se puede caminar con mucho cuidado. Hay colas muy largas de personas en sitios como las parroquias y entradas de supermercados donde se están repartiendo las cosas de las donaciones que llegan en furgonetas desde todas partes de España. Cuando entran en Catarroja no saben donde tienen que ir a llevar todas esas donaciones, hay que indicarles y que se organicen un puesto para repartirlas. Hay mucha gente que además de sin casa, si vivía en un bajo, se ha quedado sin nada. La comida y la ropa, los medicamentos, las botas, las mascarillas, los pañales, el papel higiénico, la lejía, el jabón,… hace falta de todo y lo que hay se va gastando porque los días pasan y esto va para largo. Muy largo. Porque no existen ya las tiendas, las farmacias, bares, … nada donde comprar algo. Hay policías, Ume, bomberos, protección civil, militares se ven pocos dentro del pueblo, en las afueras hay más. También se ve gente que lleva las botas manchadas pero el traje limpio. Gente que se supone que están por allí “organizando” lo que nadie parece ser capaz de organizar. Porque es difícil, sí. Pero se puede hacer mejor, yo creo.
Por todas las calles hay barro a toneladas. Casi todo el mundo lleva mascarilla. A toneladas sacan muebles, árboles, colchones, frigoríficos,… José Antonio y Jorge. Les cargan las palas o los pulpos. Nosotros estamos los ocho en un bajo que hacía de garaje y que había sido una tienda de ultramarinos. Hay agua y barro hasta por debajo de la rodilla. Hay que sacar toda el agua. Hay una moto. Nos dice el compañero de la Ume que nos ha llevado allí que el hijo de los señores de arriba no ha llamado en todos estos días a preguntar por sus padres ni ha venido a verlos. Puedes pensar, qué ingrato el hijo. No. Ahora el modo de pensar ha de cambiar. Muy probablemente, Carlos, el dueño de la moto, no visita a sus padres porque hay miles de desaparecidos. Triste. Sigues barriendo el barro hasta la calle. El parquet del suelo se va levantando. Hay tuberías rotas y huele muy mal. Las aguas residuales están fuera de su sitio, campan por interiores y exteriores.
Trabajamos tres horas seguidas sin parar todos ahí dentro. Hace rato que se ha hecho de noche y no hay luz en las calles. Sólo las de los tractores y máquinas trabajando. Pero en nuestra ratonera no llegan esas luces. Llevamos linternas nuestras que colgamos en el techo. En el barro de mi cepillo largo hay algo que se queda encima. Lo cojo con los guantes. Es un zapatico. Un zapatico de niña. No se ve el color. Uno del tipo mercedita. Se me para el mundo. Me quedo inmóvil con él en la mano. Digo Nuria, mira un zapatico. Nos miramos. Lo tiramos al montón del barro a la acera. Y así, una y otra, y otra más. De las cosas, que te encogen el corazón. Chicos que te dicen que habían invertido todo en su cafetería y ahora están sentados a oscuras encima de sus escombros y te dicen al verte grabar que les grabes todo, que pase a ver su bar, que lo han perdido todo. Y lo grabas, sí. Lo grabas todo pero primero tienes que pensar y sobre todo, trabajar… Hay que procesarlo todo.
Son las nueve y media y no podemos más. El cansancio es más moral que físico. Hay tantos y tantos recodos como el nuestro por todas las calles. Es desolador. Volvemos caminando hacia los vehículos. De camino, se nos pone un coche frenando al compañero con el tractor pala. Dos individuos le empiezan a gritar suplicando que les ayude a sacar unos coches que dicen ellos que son los coches de toda su familia y que están desesperados. Les ves la pinta enseguida. Hay otros sinvergüenzas mayores que ellos en esta historia pero estos sacan rento hasta de las desgracias ajenas. Les digo que se quiten de enmedio inmediatamente y nos dejen pasar. Me la juego. Que tenemos prisa. Que nos están esperando al otro lado y algunos vienen de camino ya. Se montan y nos quitan el coche del medio. Los que vamos andando, miramos de reojo y aceleramos el paso.
Dormimos en un apartamento que hemos cogido en Valencia. Son diez minutos de vuelta. Es la primera noche. Asumimos el coste de nuestro bolsillo. Ducha caliente y cama que conforta el cuerpo. La mente es otra cosa.
Para las siguientes noches hemos encontrado la posibilidad de dormir en el pabellón de Alcasser. El ayuntamiento nos dará de cenar. Aceptamos , agradecidos, sin dudarlo. Continuará en la próxima edición.