EL TULIPÁN NEGRO
Sin duda soy muy de estar por el bar, de pasar un buen rato entre bromas, cafés y algún chupito, esto último ya lo debo considerar como “pecado”.
Me gusta escuchar conversaciones de barra y mesa, y son muchas las ocasiones en que uno oye a algunos que tienen soluciones fáciles para casi todo, igual arreglan la guerra de Ucrania, que la de Gaza, que saben cómo tratar el tema de los aranceles, la bolsa y el mercado de futuros, aplicando soluciones fáciles a problemas complejos.
La verdad es que me hacen gracia esos comentarios.
Lo que pasa es que la realidad es muy otra.
Imaginen la solución a un problema de ruidos en una finca de 15 vecinos, en régimen de propiedad horizontal, parece que no puede haber muchos problemas en esa finca, no obstante está dotada de una organización cuasi compleja:
El Presidente.
El Secretario-Administrador.
La Junta.
Y la Asamblea que se reúne al menos una vez al año.
La resolución de los problemas no parece que sea un tema simple sino más bien muy complejo.
Imaginen un pequeño municipio de esos que abundan en nuestra provincia.
Parece que los problemas no deberían ser muchos en la comunidad vecinal tan pequeña, no obstante nos hemos dotado de una organización también compleja:
El Alcalde.
El Teniente de Alcalde.
Los Concejales.
La Comisión de Cuentas.
Y el Secretario-Interventor-Tesorero.
A medida que las comunidades crecen, Comarca, Provincia, Comunidad Autónoma, Gobierno de la Nación, es lógico que los problemas crezcan.
Hay pequeños problemas que pueden tener fácil solución, no debe ser necesario matar mosquitos a cañonazos, lo que pasa es que los problemas tienen una doble perspectiva, una la importante, es la de la parte que lo sufre o cree sufrirlo y quiere una solución, y otra la de aquel que ha de ser capaz de resolver el problema y seguro que no se ajustará a lo que se pretende, no acertará.
Huyan de todos aquellos que, con voz fuerte, explican soluciones fáciles para cualquier problema. No hay problema fácil.