Voluntarios de Europa, Asia y América convivieron durante 15 días en el corazón rural de la comarca de Daroca

Participantes de las Jornadas Celtíberas en Villarroya del Campo
Villarroya del Campo ha vuelto a convertirse este verano en un punto de encuentro internacional gracias a una nueva edición de sus ya tradicionales jornadas celtíberas. La cita, que combina excavación arqueológica, convivencia intercultural y dinamización rural, ha reunido durante 15 días a jóvenes voluntarios de distintos rincones del mundo.
Impulsadas por Bea González, coordinadora de las Jornadas Celtíberas, estas jornadas han contado con participantes de España, Polonia, Eslovaquia, México, Turquía, Italia, Bélgica y China, entre otros países. Todos ellos han convivido en el pueblo, alojándose en Villarroya del Campo, compartiendo experiencias con los vecinos y colaborando en la excavación de un importante yacimiento celtíbero que, según la organización, apenas se comienza a excavar y ya está dando numerosos resultados. “El proyecto no es solo el yacimiento, es la gente. Es querer descubrir qué éramos, porque eso forma parte de lo que somos hoy”, explica Bea González, visiblemente emocionada con la implicación de los jóvenes.
Las jornadas han sido organizadas en colaboración con el Ayuntamiento de Villarroya del Campo y la Comarca del Campo de Daroca, en el marco de un campo de voluntariado. La actividad está dirigida principalmente a jóvenes de entre 18 y 30 años, muchos de los cuales estudian arqueología, historia del arte, arquitectura o disciplinas afines. Durante la quincena, han participado bajo la supervisión de especialistas y arqueólogos profesionales. El yacimiento, aún en proceso de exploración, ya ha ofrecido a los voluntarios fragmentos de cerámica y estructuras que podrían corresponder a muros de antiguas construcciones, todo ello en los primeros días de trabajo.
Además de las excavaciones, las jornadas han incluido visitas culturales, talleres y actividades abiertas al público. Este año, coincidieron con las Jornadas de Fibras, lo que multiplicó la interacción entre visitantes y vecinos. Uno de los momentos más llamativos fue cuando unas jóvenes chinas aprendieron a bailar flamenco con las señoras del pueblo, mientras que los niños aprendían a contar hasta diez en chino.
La implicación del pueblo ha sido total. Lejos de ser meros espectadores, los vecinos se han volcado con los jóvenes, compartiendo con ellos el día a día, comidas, historias y celebraciones. “Durante estos días, Villarroya ha sido también el pueblo de todos ellos. En apenas tres días ya conocían a todos los vecinos”, comenta Bea. La convivencia ha generado un auténtico intercambio cultural: desde la sorpresa de los visitantes ante la costumbre local de la siesta, hasta el entusiasmo con que se integraron en cada actividad del pueblo.
Las Jornadas Celtíberas no solo tienen un objetivo arqueológico. Son también un proyecto de puesta en valor del patrimonio y de revitalización rural.
