El proyecto familiar, emprendido por Mariano Royo en Calamocha, dedicado al cultivo y la destilación de rosas, da con un producto natural para el cuidado de la piel

Rosas del cultivo ecológico del proyecto Rosar
En la comarca del Jiloca, tierra de secano donde el cereal ha sido protagonista durante generaciones, ha comenzado a crecer un cultivo poco habitual: Rosa Damascena. Con él nace Rosar, un proyecto familiar dedicado al cultivo ecológico y la destilación de rosas para la producción y comercialización de hidrolato, un producto natural muy valorado en el ámbito de la cosmética por sus propiedades para el cuidado de la piel.
La iniciativa nace del impulso de Mariano Royo, asesor agrario de profesión, por desarrollar un proyecto, centrado en la innovación y la diversificación agrícola. Tras un periodo de estudio e investigación, apostó por una planta que, aunque desconocida en esta parte de Aragón, y en España, forma parte de explotaciones históricas en países como Bulgaria o Marruecos. Esta flor ha encontrado en el clima seco de la zona unas condiciones idóneas para desarrollarse con fuerza y calidad.
“Queríamos apostar por algo diferente, que tuviera valor añadido, pero sin romper con el entorno ni con nuestra manera de entender el campo”. Con esa premisa, el proyecto fue creciendo. A él se sumó su familia, conformando un equipo en el que cada uno aporta una mirada distinta: la experiencia, la técnica y la visión de futuro.
En Rosar se cultiva bajo normativa ecológica, con métodos respetuosos con el suelo, sin químicos de síntesis, y adaptados al clima seco de la zona. La floración de la rosa damascena se concentra en el mes de junio, y durante estas semanas el trabajo en el campo se intensifica. La recogida de las flores se realiza de forma diaria y manual, al amanecer, cuando la concentración de aceites esenciales, así como su carga aromática es mayor. Una vez recogidas, las rosas se destilan mediante vapor de agua, dando como resultado el hidrolato.
Este hidrolato es un agua floral natural con alta carga de aceite esencial. Se comercializa como tónico facial para el usuario final, a través de su web: www.rosar.es. Así como base para fórmulas cosméticas a laboratorios y marcas del sector. El hidrolato de rosa damascena destaca por sus múltiples beneficios para la piel: calma irritaciones, hidrata, ayuda a reducir el enrojecimiento y favorece la regeneración cutánea. Su pH es muy similar al de la piel por lo que actúa como equilibrante suave, contribuyendo al mantenimiento de la barrera cutánea sin alterar su función natural.
En Rosar trabajan por darlo a conocer más allá de los círculos especializados, poniendo en valor su origen local, su elaboración cuidadosa y su composición sencilla: un producto natural, elaborado localmente, con mimo, sin aditivos, resultado directo de la destilación de la flor.
Rosar no busca competir en volumen, sino en calidad, trazabilidad y coherencia con un modelo de producción sostenible. El proyecto apuesta por un enfoque a escala humana, sin alejarse de la tierra ni del contexto rural en el que nace.
A día de hoy, esta pequeña plantación de rosas es también una forma de demostrar que el medio rural puede generar oportunidades a partir de iniciativas realistas y con raíces firmes.
Quienes deseen conocer de cerca la evolución del proyecto pueden seguir el perfil de Rosar en redes sociales, @rosar_eco donde comparten contenido sobre el proceso, el entorno y el trabajo diario.

