
MANUEL RANDO | Alcalde de Calamocha
Es admirable la capacidad de algunas personas para reinventarse. Antonio es sin duda un caso de estudio. Aprovechado, vividor, candidato, concejal, víctima, salvador del municipio… ¿hay algún papel que no se haya adjudicado ya en esta tragicomedia en la que desea convertir la política local?
Presumes de transparencia y olvidas convenientemente contar algunos pasajes esenciales de tu currículum.
Por ejemplo, tu brillante acceso al Ayuntamiento de Calamocha. Tu inicio, tu primer trabajo se forjó en la Sociedad de Fomento de este ayuntamiento. No, no fue por oposición, ni por concurso, ni siquiera desde una bolsa de trabajo. Ni rastro del INAEM. Simplemente apareciste en plantilla como por arte de magia, como si el espíritu de la meritocracia hubiera decidido tomarse unas vacaciones. En otras palabras, entraste a dedo, lo que viene siendo enchufismo de manual. Eran malos tiempos para Calamocha, buenos para ti y los que carecéis de vergüenza. Tiempos oscuros, tenebrosos. Pero claro, eso no lo pones en tus panfletos ni en tus discursos. Y chitón, ni tú ni nadie puede rebatirlo, pues hay documentos que se pueden hacer públicos y que lo avalan.
También resulta enternecedor recordar aquel momento de tu campaña electoral en el que asegurabas a los vecinos que tenías garantizado tu puesto en la Oficina Delegada. Está grabado. Qué seguridad, qué convicción. Lástima que se tratase de un puesto de libre designación, y que no hubiese absolutamente nada asegurado más allá de tu imaginación. Puras mentiras para ganar imagen y sumar votos. ¿Prometías tener allí un trabajo fijo sin ser fijo? Si eso no es fe electoral, que venga Teruel Existe y lo vea.
Y hablando de promesas, qué decir de tu relación con el PAR. Ese partido que, generosamente, te permitió volver a tu pueblo natal con un buen sueldo bajo el brazo, cuando tu trabajo estaba a kilómetros de distancia. Y después de ese gran favor, de permitirte pegarte la gran vida, a la hora de corresponder, ¿qué hiciste? Engañarlos, negar toda intención política y luego presentarte por Teruel Existe. Una metamorfosis que ni Kafka.
Cuando se pierde en las urnas y también en las formas.
Para contextualizar, Antonio se presentó como candidato a la alcaldía. Y perdió de forma clara y democrática. Bien es sabido por todos vecinos que, tras ese resultado, en un ejercicio de responsabilidad institucional y con ánimo de incluir a todos, le ofrecí la Concejalía de Urbanismo, ajustada a su formación como aparejador. Su respuesta fue clara: no, no quiso. ¿El motivo? Muy sencillo: trabajar por su pueblo no estaba ni está entre sus prioridades. Lo suyo es otra cosa: intervenir cuando hay cámara, firmar cuando el texto es de otro, hacer oposición desde la barrera y, sobre todo, cobrar sin apenas trabajar. La acción, la gestión, el esfuerzo… eso lo deja para los demás. Recuerden que rechazó la propuesta sin pestañear. Trabajar por Calamocha nunca ha estado entre sus prioridades. Lo suyo, más bien, es vivir de la política, no para ella. Intervenir cuando hay foco, desaparecer cuando toca gestionar y currar.
Afortunadamente, no todo vale en política, aunque lo intentes sin cesar. No vas-vais a cambiar nada. Otros sí, vamos a seguir trabajando —como hasta ahora— por nuestro municipio, por nuestros pueblos, con dedicación, honestidad y la frente bien alta.
Y ahí está la clave de todo este teatrillo. Porque tu artículo en cuestión (bueno, el que firmas) no busca debatir ideas, ni plantear propuestas, ni arrimar el hombro. Solo pretende embarrar de una forma peligrosa y moralmente degradada. Lo más preocupante no son ya las falsedades —que las hay—, sino las insinuaciones personales impropias de cualquier debate político decente. Porque cuando uno recurre a lo privado para desgastar, es que no tiene nada que ofrecer en lo público. Una insinuación tan torpe como vulgar, que pretendía dañar lo único que ni la política ni la mala intención deberían rozar.
Dicho esto, y ya que tú y la persona que realmente redactó el artículo parece tan interesada en meterse en casas ajenas, quizá le convendría empezar por la suya. Porque cuando se pretende dar lecciones de moral y respeto, lo mínimo es asegurarse de que uno tiene el jardín ordenado… especialmente si quien lo pisa suele hacerlo con zapatos de barro.
Quizá tú y la persona autora real del artículo debería mirar un poco más cerca, y preguntarse por qué le gusta tanto escribir sobre malas praxis. Porque a veces, cuando uno señala con tanto ahínco hacia fuera, es porque sospecha algo dentro de casa. Ya sabes… quien bien escribe, a lo mejor es porque bien lo vive.
Así que, Antonio —y persona autora en la sombra—, la próxima vez que queráis hacer política, os recomiendo algo revolucionario: decid la verdad, no optéis por la pluma envenenada. Puede que creáis que no os funcione igual de bien, pero al menos podréis dormir tranquilos. Algunos ya lo hacemos.
Los vecinos de Calamocha no son ingenuos. Saben distinguir la crítica legítima del intento burdo de dañar.
Ante las “falacias ad hominem”, yo seguiré centrado en lo importante: gestionar, construir, dialogar y defender con hechos lo que — vosotros — sólo sabéis ensuciar con palabras.
Pd: Ni estuve en el parador, ni fui el anfitrión, ni mi carrera política se limita a la DPTE. El mayor honor para mí siempre ha sido ser alcalde de Calamocha.