EL TULIPÁN NEGRO
Un personaje se define por ser una persona distinguida, de calidad intachable o de representación en la vida pública excelente.
También denominamos así a una persona que destaca por su forma peculiar de ser o de actuar.
En estas tierras utilizamos la expresión “menudo personaje” con distintos significados y, solamente por el tono con el que lo expresamos, podemos apreciar si estamos hablando de un personaje o de un vaya o menudo personaje, con las distintas acepciones que queremos transmitir.
Que una persona sea considerada como hombre mujeriego es porque es muy aficionado a las mujeres y busca habitualmente el contacto con las mujeres.
Que el personaje se haga escoltar por personas de dudosa reputación, vamos con pinta de porteros de discoteca.
Que el personaje tenga varias novias o amantes y que además las coloque en su empresa y que, por la búsqueda de contacto con esas señoras, no lleguen nunca a ir a su puesto de trabajo y cobren puntualmente su nómina.
Que todo eso pase, pues en principio ni bien ni mal, allá cada uno con su comportamiento, en su casa, con su patrimonio y actividad particular y, en su vida.
El problema es que un personaje se puede caracterizar por la representación pública que ostenta y que ha de ser intachable y excelente. Cuando el comportamiento del personaje excede de su ámbito particular tenemos que expresarnos con la acepción de “vaya personaje o menudo personaje”.
Esa persona no puede representar a los millones de españoles que se levantan todos los días a trabajar y cumplir con sus obligaciones, porque todas esas fantasías mujeriegas y mercantiles, las pagamos entre todos.
Hace falta cierto control para que el cobro de la nómina llegue a todos los que efectivamente trabajan y no a los que se dedican a no acudir a su puesto de trabajo porque el “jefe” le solicite contacto por su afición, eso lo pueden hacer en su horas libres y con su propio patrimonio no con los impuestos de los demás.
A todo esto quiero recordar la noticia de que un empleado presentó la solicitud de jubilación y sólo en ese momento en la empresa, se enteraron de su existencia pues nunca lo habían visto en su puesto de trabajo, había pasado toda su vida in albís, en blanco.
Que cosas como esas sucedan no es tan extraño y no hace falta referirse a altos cargos de la nación, habría que ver qué pasa en ciertas empresas público-privadas para determinar si en sus plantillas también se pagan favores políticos. Igual había motivos para el cabreo y para que algunos no hablaran tanto.