
ANTONIO ABAD
Concejal del Ayto. de Calamocha
Dice la sabiduría popular que “cuando al pobre lo tratan de usted o lo han jodido o lo van a joder”. Yo no puedo evitar una sensación de escalofrío cuando escucho en determinadas bocas usar la palabra ‘Aragón’. Pienso “o nos han jodido o nos van a joder”.
Hace poco veíamos el titular “Aragón ha solicitado 7,4 gigavatios de energía, el triple de la actual, para abastecer los centros de datos y nuevas inversiones”. Cuando algunos dicen “Aragón”, ¿a qué se refieren? ¿No se estarán refiriendo a fondos de inversión, energéticas y demás fauna que pretende instalarse en Aragón? Si es así, se entienden mejor otros titulares de los últimos tiempos que vienen a decir que “Aragón” gana con tal o cual reducción de impuestos, que algunas actuaciones políticas deben subordinarse a “Aragón” o la interpretación que se pueda hacer de que algunos lo lleven en el nombre del partido mientras votan contra las lenguas de Aragón.
Argumentando ‘Aragón’ nos tratan de hacer comulgar con lo que es simple y pura depredación de los recursos comunes en favor de unos pocos: embalses, trasvases, minas, centros de datos, recalificaciones urbanísticas a la carta, centrales de energía en mitad de nuestros bosques y parameras… Sobre todo ello sobrevuela lo evidente: que nos quieren colar como interés público o pacto lo que son imposiciones. Y en muchas ocasiones usando en nuestra contra el imaginario de “milenaria tierra de pactos”. Imaginario pactista usado como coartada para lo que en realidad acaba siendo un gobierno de concentración nacional. Uno pone la pelota y el otro remata. Elección tras elección.
Ahora tenemos sobre la mesa una Ley de Energía que contempla una serie de supuestos de dudoso encaje constitucional. Si el derecho es una de la peculiaridades que definía Aragón desde la época medieval, ahora va a resultar que lo que no cabe o directamente se rechaza en todas las comunidades que nos rodean, en el derecho aragonés, cabe. Actividades que ya están proscritas en otros países como Irlanda o los Países Bajos aquí encuentran acomodo bajo la promesa de un futuro brillante que ‘’por lo que sea” no acaban de ver en aquellas latitudes más septentrionales. Con una ley de expropiación del año 1956 y que debería llevar años restringida al verdadero interés público, gobiernos de uno y otro color llegan a expropiar a particulares en favor de los muy particulares intereses de otros.
Para algunos de nosotros Aragón es el heredero de aquel viejo reino que llegó a surcar el Mediterráneo y donde “ni siquiera los peces del mar se atreverían a surcarlo sin llevar en la cola la señal del rey de Aragón”, un pueblo con pasado común y un proyecto común de futuro. Desde el sur son ya muchos años de rasmia, lucha y reivindicación por el territorio y los derechos de sus habitantes y aspiramos a recuperar la definición de un Aragón próspero en el que quepamos todos, vivamos donde vivamos.
Como decía la Ronda de Boltaña “no veremos nunca el mar, como no echemos a andar”.