
El pasado verano, gracias a la Universidad de Zaragoza y a UNITA, una alianza entre seis universidades de cinco países, situadas en regiones rurales y montañosas transfronterizas del sur, centro y este de Europa, tuve la oportunidad de participar a una movilidad rural, la que, desde la Universidad de Turín en Italia, me trajo en la profunda Aragón, donde pasé unas semanas trabajando en la asociación ADRI – para el desarrollo rural integral de las comarcas de Jiloca y de Campo de Daroca.
Así llegué al pueblito de Calamocha un día de julio y fue acogida por mis compañeras. En la oficina de Adri pude contribuir en las iniciativas y programas europeos gestionados por la asociación, fue una preciosa oportunidad para conocer el alma profunda de un lugar tan precioso y rico de recursos. Amplié mis competencias lingüísticas, informáticas, de proyecto y comunicación.
Adri es un grupo leader de Acción Local, su principal objetivo es gestionar el Programa de Desarrollo Rural Leader, además de impulsar otras iniciativas y proyectos que supongan mejorar la calidad de vida, cooperar con otras entidades y fomentar acciones innovadoras en el territorio.
En concreto participé a los proyectos “Pon Aragón en tu mesa”, cuyo objetivo es poner en valor la calidad de los productos agroalimentarios del medio rural a través de acciones con productores y comercializadores, y “Pueblos vivos Aragón”, el que busca contribuir a frenar el proceso de despoblación que sufren estos territorios, potenciando la permanencia de la población actual y la instalación de nuevos pobladores. Fue una ocasión para hablar y conocer a muchísima gente, visitar pueblitos de las comarcas y escuchar historias preciosas por los cuentos de quien trabaja, vive y cuida de estos lugares.
También participé en reuniones y encuentros en Zaragoza entre otros grupos leader y responsables de los proyectos para el medio rural, aquí pude observar los procesos de diseño, compromiso y de voluntad actuados por los entes y las asociaciones que se ocupan del desarrollo rural y de la conservación de lo hermoso que los valles lejos de las ciudades guardan.
A veces sigo emocionándome pensando a lo hermoso que fue viajar en furgoneta entre las estepas, las montañas, el valle y la laguna: tomando los vinos del Jiloca, que vuelven a ser un producto precioso producido según las enseñanzas de la tradición, comiendo jamón rico, dando la vuelta por Daroca escuchando sus increíbles historias medievales y aprendiendo sobre el cultivo de azafrán.
Creo que la magia real de este tipo de proyectos es el encuentro inesperado entre una chica de una universidad de otro país y una realidad tan pequeña y marginal: así como yo me quedaba sorprendida por lo que iba encontrando día por día, así la gente de los pueblos siempre se ilusionaba viendo a alguien que llegando desde tan lejos se interesaba por sus historias y sus tradiciones, o que llamaba a los productores desde la oficina de Adri de manera tan torpe y con un acento tan raro.
De mi experiencia trabajando en Calamocha, me llevo mucha buena energía, por la que tengo que agradecer a mis compañeras y el entusiasmo que ponen en su trabajo y en los proyectos; me llevo la amabilidad de los habitantes de los pueblos en los que me fui de ruta y la pureza de los paisajes que se me quedaron pegados en la mirada y el corazón.
¡Ojalá volver un día para ver las grullas en la laguna!