Rosa Machín

Madurar es aprender que aquellos castillos de arena, que de niños construimos en la arena, siempre fueron temporales.
Crecemos al servicio de alegrías momentáneas y de miedos, de luz y de nuestra propia oscuridad.
Dormimos cada noche con aquellos fantasmas que llegaron y se quedaron, esos que, de vez en cuando, nos permiten ciertas teguas para poder seguir viviendo en paz.