Alcanzar esta edad es sinónimo de felicidad para la jilocana, quien lo ha celebrado arropada por su familia

Carmen López junto a su familia antes de soplar las velas, el 1 de noviembre
Una vida sencilla, sin excesos y una alimentación variada son algunas de las claves para llegar a los cien años, según la experiencia de la calamochina Carmen López Casamayor, quien cumplió su 100º cumpleaños el 1 de noviembre.
Acompañada por su familia, festejó este aniversario tan especial con una comida, además de recibir felicitaciones y regalos de familiares, amigos y vecinos. “Estoy contenta, satisfecha por haberlos cumplido y por estar bien”, relata.
Nació durante el reinado de Alfonso XIII, en el número 12 de la calle Mayor, que por aquellas fechas había cambiado de nombre por el de calle Carlos Castel. Ha conocido la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la Guerra Civil, la dictadura de Franco y la democracia, siendo así testigo de la historia de su pueblo natal.
“Calamocha ha cambiado mucho, las calles no estaban igual, no teníamos tanto comercio como ahora, no estaba tan iluminada, actualmente tenemos muchas comodidades”, comenta. También considera que la gente es diferente: “Antes éramos más familiares”, frente a la individualidad actual, opina.
Recuerda cómo se ha innovado y recobrado la vida en tradiciones como la procesión de Semana Santa. Asimismo, detalla que las fiestas de San Roque han cambiado, contando con mucha más gente en la actualidad.
Recuerda que, cuando no existía la plaza de toros, los festejos se hacían con carros en la actual Plaza de España. Asimismo, que había menos bailadores y dicheros en el Baile de San Roque.
La menor de 7 hermanos
Carmen fue la menor de siete hermanos, hijos del batanero Gregorio José López y Manuela Casamayor. Desde bien pequeña sufrió la crueldad de la vida, ya que con dos años quedó huérfana de padre y, al ser la menor, estuvo muy protegida por sus hermanos, a los que ayudaba en las tareas del campo a entresacar, engavillar, vendimiar, etc., así como a llevarles la comida, guiada por uno de los tres machos que tenían en casa, y que se llamaban Romo, Noble y Sevillano.
También formó parte del grupo de niños que inauguraron el Grupo Escolar Mixto, del que recuerda a las maestras doña Ángela, doña María y doña Salvadora Barquero.
Al convertir el centro en Hospital de Guerra, la docencia se impartía en la escuela del Convento de Concepcionistas, donde confeccionaban jerséis y pasamontañas para los soldados del frente de batalla.
“Recuerdo que durante la Guerra Civil tuve mucho miedo y que había muchos soldados”, señala mientras relata algunos sucesos ocurridos entonces en la capital del Jiloca, como fue el caso de algunos bombardeos en el pueblo.
En el año 1951, contrajo matrimonio con Jesús Blasco Trasobares y ambos comenzaron su nueva vida de recién casados con un negocio de panadería en la entonces conocida como calle de los Santos.
Blasco comenzó a trabajar en el transporte de mercancías hasta su jubilación y Carmen se dedicó a la crianza de sus dos hijos, Jesús y Alberto.
El nacimiento de ambos, junto al de sus nietas, Carmen y Fabiola, y el de su bisnieto Noah, son algunos de los momentos más importantes y emotivos que han marcado su vida centenaria.
La que también es sobrina del reconocido maestro Ricardo Mallén asegura no haber discutido con nadie en este siglo: “Por eso quiero que me recuerden como la Carmen que he sido, cariñosa, muy buena persona y por haber hecho bien todo lo que he podido”, dice.
Si pudiera darle un consejo a la Carmen de hace décadas, manifiesta que le diría que fuera como la de ahora: “Buena persona, cariñosa, hecha al personal y trabajadora”. Mientras que a los jóvenes les aconseja “ser trabajadores y ahorradores, porque la vida da la vuelta enseguida”, concluye la calamochina.
